Música

La juventud alterada

10-04-2024

Por: Mnemo

La juventud alterada

Saramalacara ya no hace música: ahora pinta. En su último disco nos hizo un cuadro de nuestra cultura anhedónica joven, la de lxs chicxs sensibles que se criaron en red pero también solitxs. La historia que cuenta es un refrito. No nos quedan placeres desconocidos para descubrir y no podemos ir a buscar los mismos de siempre porque no están más. Igual lo intentamos, en un scroll infinito y otras intervenciones químicas, un rush dopamínico que no hace otra cosa que socavar el objetivo.

De vez en cuando, nos incluyo a regañadientes en el sujeto porque tenemos unos años más pero la adolescencia, ese momento del crecimiento que duele, se extendió y andá a saber cuándo termina. Además no la queremos soltar. Me pregunto si la disconformidad de la juventud no se traslada cada vez más desde lo exterior al mundo interior, y si ese no es un estado generalizado más allá de la edad. Eso o me están pegando mal los veintisiete, otro club del que no formo parte. Leo el título del álbum, Heráldica, como una referencia a eso que alguna vez estuvo ahí pero sentimos que no va a volver, un sistema de reglas y fórmulas para pintar un placer, porque parece que eso es lo único que nos queda, representarlo a través de una estética digital que presetea lo que volvemos a representar en un juego de luces interminable sin referente material. La heráldica nos dice: “Este signo va con este, este color con este otro, pero estos no se juntan” y así se crea una identidad, un escudo frente al adversario, un método arbitrario que podemos retomar para encontrar cierto sentido de orden, para recuperar una vida que no vivimos. Así empieza el 2024.

Heráldica arranca con un sonido cercano al UK garage, ese género de música electrónica ligado al drum & bass y al jungle, y enseguida pienso en Burial, el friki británico que compuso muchas cosas encerrado en su habitación. Música para bailar en tu pieza. Después de la introducción, “Más feliz” sigue el mismo vector genérico y plantea el tema de todo el disco: en busca de la felicidad que no llega. Toda la obra está plagada de referencias a un consumo cultural que se siente anacrónico aunque no lo sea tanto, más que nada por la edad de la artista y de la audiencia que le imagino, desde la red social Tumblr hasta los dispositivos de audio MP3. Ahora sí, momento “soy joven pero me siento un viejo sota”, y es que no hay tanta distancia pero me cuesta dimensionar que haya gente que no se acuerda del 2001 por ejemplo, aunque eso también está más alla de la edad y no es exclusivo de lxs que nacieron de este lado de la barrera del milenio, el Y2K.

El género del disco se metamorfosea a medida que avanzan los tracks. ¿Hyperpop?, trap y un gustito a pop-punk rebajados con sonidos que remiten a osciladores de baja frecuencia, plagados de sintetizadores brillantes, voces bajas, voces rotas. Las colaboraciones y referencias tienen un tono de meme: Hatsune Miku, la idol virtual japonesa de Vocaloid en la canción “10percs” (¿diez ventajas de qué? ¿Es una referencia a 100gecs?), o el sample de “In the End” de Linkin Park en “Tokio Hotel”. Gritando un susurro en un estribillo, canta sobre tapar el malestar con stickers de Sanrio, tomar Ritalin porque sí mientras la vida se le va ¿En un soplo? ¿Que veinte años no es nada? En el último tema, con “Tu droga”, dice: “Y ahora soy creyente como un fisura en rehab”, “tengo fé digital”. De eso se trata, de tener fé, de buscar a Dios en la web. Un dios electrónico que no es laico, sino todo lo contrario, una especie de tencgnosis, que es todo lo que existe, que es lo que nos puede dar todo lo que necesitamos, pero no quiere, porque es un dios celoso. En este disco, Saramalacara se vuelve el heraldo del espíritu de los tiempos que corren, pintando el blasón de la juventud contemporánea: “este dolor con este otro”.


Foto de Portada: Mark Cohen. 1943

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