1. El respeto -o el gusto- por el folklore, llegó con el tiempo. Imagino que, como el tango, el folklore espera. Cuando estaba en el colegio odiaba participar del acto del Día de la Tradición. No entendía por qué era una buena idea bailar unas danzas anticuadas con disfraces de gauchos y unos pañuelos harapientos. Sí me gustaba participar cuando la banda sonora era otra, por ejemplo: sí actuaba en los actos donde había que hacer coreografías con canciones de Chiquititas o Floricienta.
2. Lo que tardó aún más en llegar fue la danza contemporánea, entender que “bailar bien” no se trataba solamente de estar en el programa de Tinelli con grandes destrezas físicas. Ni tampoco hacerlas lucir únicamente en la discoteca. En el fondo, se trabada de comprender que en las sutilezas del cuerpo hay imágenes increíbles y muy pregnantes.
3. No sé cómo conocí a Barbara Hang, honestamente no lo recuerdo. Por algún motivo que no puedo explicar, sí recuerdo que pegamos onda enseguida. Ahora, varios años después de ese primer encuentro, le tengo mucho aprecio y siempre que la veo me da mucha alegría aunque después pasen meses hasta el siguiente encuentro. Quisiera verla más seguido. La cosa es que Bárbara -junto a Pablo Castronovo y Andrés Molina- baila en Adentro!, una obra de Diana Szeinblum que de alguna manera propone una relectura sobre el folklore.
4. En mi casa había dos discos que me hicieron entender que en eso que a mi me parecía anticuado había un poder latente. El primero de esos discos fue Alta fidelidad: mi papá lo compró pensando que era de Mercedes Sosa, pero resultó ser de la cantora con Charly García, lo que le agregó un toque intoxicado a todo. El segundo fue Cantora, el último álbum que grabó Mercedes antes de morir. Ahí entendí que el folklore es un mueble viejo lleno de potencia. Solo hay que ponerle un poco de barniz.
5. De la danza me interesa su gramática. Descubrir cuáles son las palabras -movimientos- que se repiten a lo largo de la función. Miro obras de danza de la misma manera que leo un libro: quiero detectar cuál es la cadencia con la que la autora o autor encadena las oraciones, cuáles son las imágenes que se repiten, los movimientos que generan reverberancia. En Adentro! puedo distinguir algunos: el pecho inflado para afuera, el intento por imitar ciertos sonidos de animales, el grito de un ¡adentro! cada tanto.
6. ¿Qué es la tradición? ¿Por qué la tradición es el folklore? ¿Por qué en el acto del día de la tradición no bailamos y cantamos “Promesas sobre el bidet”? ¿Quién dijo qué es y qué no es lo argentino? ¿Leopoldo Lugones? ¿Eduardo Schiaffino?
7. Me gusta la traición a la tradición que propone Adentro! Me gusta que la danza contemporánea respete al folklore, al mismo tiempo que lo traiciona. Lo que propone Szeinblum puede funcionar como un homenaje de doble vínculo: enaltece al folklore al mismo tiempo que lo transforma en otra cosa.
8. Los performers hablan ese lenguaje, el de la traición a la tradición. Es muy impactante verlos en escena, la conexión que tienen, la manera en la que dejan en claro que en el escenario hay una comunicación no verbal -pero física- entre ellos. Hay un momento en el que se abrazan los tres, hacen un sanguchito. Es muy lindo de ver. Dan ganas de enamorarse. Es como si todo el tiempo estuvieran atados por hilo invisible que los lleva al pasado para que puedan zapatear, pero que también los devuelve a este presente sin forma, sin límites, donde los géneros se disuelven como un juguito Tang en una jarra de agua.
9. Qué pasaría si algún bailarín de folklore viera Adentro! Supongo que alguno la habrá visto. No puedo evitar imaginar qué pasaría si una obra así se presentara en un festival como el Cosquín o el Jesús María. El mundo contemporáneo le hace lugar a la tradición, juega con ella y, a veces, la reinventa. Pero no estoy seguro de que la tradición le haga lugar a lo otro. En este sentido Mercedes Sosa sería la excepción: ella fue la gran mesa donde se sentaron los folkloristas y los rockeros y los raperos y los poperos. Hasta Shakira se sentó en esa mesa. La misma donde también estaba Charly. Y en la que me gustaría estar a mí también. Pero todavía no me invitaron.
10. Hoy, en este mundo gris y financiero, bailar es bastante antisistémico: es la única cosa que no sirve para nada. Me refiero a los que bailamos de manera amateur, en la pista. Supongo que para Hang, Castronovo y Molina es un trabajo o al menos una manera de subsistir y estar en el mundo. Pero yo no estoy hablando de hacerlo de manera profesional, sino de los que lo hacemos por placer. Cuando estamos bailando no estamos haciendo nada de lo que se espera de nosotros: no estamos trabajando, ni estudiando, tampoco estamos haciendo inversiones, ni especulando con el precio del dólar. Simplemente nos estamos moviendo. Por eso este es un gran momento para ir a fiestas: son el único lugar donde uno puede entregarse a una catarsis colectiva, al display de roces. La pista de baile, hoy, es el único espacio donde no generamos dinero. Pero sí lo perdemos.