Vida cotidiana

La victoria del aborto

29-05-2024

Por: María Böhtlingk

Una breve crónica del momento en el que el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo ingresó a la Consitución francesa.

La victoria del aborto

Marzo 2024. 

Son las siete de la tarde, me apuro a prender la tele y pongo Le Quotidien, el programa de Yann Barthes que miro todos los días. Llamo a las chicas. Tengo miedo de que se lo pierdan. Tienen que contarles a sus hijas que lo vieron en vivo, como si hubieran estado ahí, como si ellas mismas fueran parte de la historia.

-Apúrense, vengan -grito ansiosa.

Los periodistas hacen entrevistas en la calle a la gente que espera la noticia. Una mamá y su hija de la edad de Alix agarran el micrófono. Estamos esperando este momento hace tanto, dicen. Hay mujeres de todas las edad con banderas. Dan ganas de llorar. Tendría que estar ahí en París, no en Bordeaux mirando la tele.

Sasha y Alix bajan, despacio, la vida les pesa. Se tiran en el sillón. Miran el celular y hablan entre ellas, no se dan cuenta de lo importante que es este momento.

-Chicas, miren, no se lo pueden perder.

-Bueno, ya va mamá, tranquila.

-A mí ya no me cambia nada, esto es por ustedes.

Todas las luces de la Tour Eiffel se ponen a brillar, parece un árbol de navidad. Salto del sillón.

-Mamá ¿qué pasa? estás llorando.

-Es la emoción, no se dan cuenta de lo importante que es esto. Van a meter el derecho al aborto en la Constitución.


Stephane es hijo único pero siempre quiso tener hermanos. Su padre le dijo que él también quería muchos hijos, pero la madre no quería tener más. La madre dijo que ella trabajaba todo el día, el padre no la ayudaba, y tener hijos era demasiado trabajo.

Hace tres años estábamos con sus padres y la madre de Stephane hablaba, como siempre, de los mejores años de su vida, cuando trabajaba de modelo para las casas de alta costura, y qué fácil era encontrar trabajo en esa época. Que apenas tuvo a Stephane volvió a modelar enseguida. Una vez le pregunté si habia dado leche a Stephane, y me mirô con cara de asco. Esta vez, entre macaron de vainilla y de fruta de la pasión, nos contó algo que, aparentemente, nadie sabía. 

-Después de tener a Stephane me quedé embarazada. Me fui a hacer un aborto con un médico peor que un carnicero. Cuando volví a mi casa, casi me desangro. Por suerte, de casualidad vino Mia y me encontró desmayada. Stephane dormía en su cuna. Me salvô la vida. Si no llegaba, me moría. Tuve que esperar casi diez años para que legalizaran el aborto después de eso.  

Mia, la bisabuela de Stephane, había sido enfermera durante la Segunda Guerra Mundial. Gracias a eso, Stephane creció con una madre.  

-¿Sabías que había pasado esto? -le pregunté a Stephane en castellano.

-No.

-¿Estás bien? -pensé en ese hermano o hermana con la que siempre soñó.

-Fue su decisión -dijo resignado.

-Tampoco podía tener mi propia cuenta en el banco -siguió mi suegra, enojada, que siempre está enojada con todo-. Ganaba mâs que Jean -el padre de Stephane- pero tenîa que depositar lo que ganaba en su cuenta. Ni siquiera tenía una chequera a mi nombre.


En Le Quotidien está Claudine Monteil, que también tiene lágrimas. No se le notan sus 74 años, a pesar de su pelo corto y blanco. Toda la cara es una sonrisa y sus ojos celestes brillan. Muestra la tapa del Nouvel Obs de 1971, una tapa negra gastada por el tiempo, con letras de colores que dicen “La lista de las 343 francesas que tuvieron el coraje de firmar el manifiesto Yo me hice abortar”. Las 343 mujeres que tomamos el riesgo de ir a la cárcel, dice, porque firmamos este manifiesto escrito por Simone de Beauvoir declarando haber abortado en la clandestinidad.

Muestran una foto de Claudine con Simone de Beauvoir. Lo primero que hice cuando legalizaron el aborto fue ir a la casa de Simone, pero me recibió serena, casi enojada, dijo que la batalla no estaba ganada hasta que no inscribieran el derecho al aborto en la constitución.

-¿Se dan cuenta que hace casi cincuenta años que se puede abortar acá? Además, el tío de papá fue uno de los primeros médicos en hacer abortos, antes de que fuera legal.

-¿De tu papá?

-¡Pero no! El papá de ustedes.

-Cuando decís papá no sabemos si el tuyo o el nuestro.

-Pero ¿qué importa eso ahora? ¿Se dan cuenta de lo importante que es esto?

No paro de repetirme. No se dan cuenta y me desespera.

-Bueno, ¿saben qué? Cuando se queden embarazadas y se hagan un aborto, se van a acordar de este momento.

-Calma mamá, todavía ni siquiera tengo mis reglas -dice Alix.

-En Estados Unidos también se puede abortar- dice Sasha, que sigue sin entender la diferencia entre integrar un derecho en la constitución y una simple ley.

-No, gracias a Trump ahora cada estado puede elegir si se puede abortar. Pero tenés razón, como es un muy posible de que Trump vuelva a ganar, capaz para hacerle la contra, Macron se apuró a meter el aborto en la constitución, ¿no?

-Mmm, si vos decís… Tengo sueño, ¿te importa si me voy a dormir?

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