Artes visuales

Fibra del monte

16-07-2024

Por: Claudio Iglesias

Preguntas y respuestas con Caro Urresti sobre su contacto con la cultura de Paraguay, el arte indígena, y la muestra de textiles que acaba de curar en Lisboa.

Fibra del monte

Me gustaría que cuentes cómo surgió la muestra en Lisboa…

Casa América Latina en Lisboa funciona como un centro cultural y a la vez tiene una agenda más diplomática, vinculada con los países de Latinoamérica. La directora del lugar, a partir de un encuentro con el saliente embajador de Paraguay en Portugal, Julio Duarte van Humbeck, conversan de la posibilidad de hacer una muestra de arte textil de Paraguay. El contacto conmigo fue a través del Instituto Paraguayo de Artesanía, con el que yo ya venía colaborando, y que viene haciendo un trabajo muy bueno en distintos territorios con un nuevo enfoque, a partir de 2017…. La muestra, que se da en el marco del ciclo Textiles Extraordinarios de Casa América Latinna, tiene un objetivo primordial que es darle visibilidad a la producción textil con sus diferentes técnicas, modalidades y materiales.

¿Cómo está organizada la muestra?

Nos enfocamos en mostrar la mayor cantidad de producción y la riqueza, la diversidad de formas de arte que hay en el territorio del Paraguay. Que se entienda que no son piezas de museo, sino una producción viva, y que primase el mapeo general de las técnicas textiles en Paraguay. No una técnica, localidad o comunidad en particular. El primer desafío era cómo contar toda esa riqueza. También influyó pensar qué piezas había en el IPA, qué piezas podíamos conseguir, etc.

Es un mundo muy rico, desde las hamacas paraguayas, producidas por comunidades indígenas o rurales, la producción textil con fibra vegetal en el Gran Chaco (piezas del pueblo ayoreo, el nivaclé, el manjui) que hacen tejido en caraguatá. [Muestra piezas hechas en caraguatá.] Es parecido al chaguar pero tiene otra terminación, la fibra tiene una característica especial… Y por otro lado el ñandutí, que desplegamos mucho para mostrar la riqueza que tienen sus motivos, el modo de tejer. También una pieza que es mía, que es una bandera de Paraguay hecha por una comunidad de mujeres de Santa María de Fe… Y también incorporamos un poncho de 60 listas, que es una técnica que está inscripta como patrimonio inmaterial de la humanidad.

Otro elemento que quería incluir es la gallina de la suerte de Itá. En toda casa o taller vinculado a la artesanía en Paraguay hay gallinas, y a partir de la historia de una alfarera (la ceramista iteña Marciana Rojas) se convirtió en un ícono, el souvenir más clásico. Está la gallina blanca (para el amor), la negra (para el trabajo), la gris (la salud)… 

Dado que el símbolo de Portugal es el gallo de Barcelos, quedaron la gallina y el gallo. Tenía que ver con marcar una reciprocidad. También hay un vinilo de Luis Alberto del Paraná, el emblemático músico del Paraguay, porque él usaba mucho el poncho de 60 listas.

¿Había objetos que tienen un lado más etnográfico o son todos objetos que las comunidades producen como artesanías?

Lo que quise mostrar es la vitalidad de todo eso, no tanto las etiquetas que dividen las cosas: artesanía, arte popular, objeto etnográfico, etc. Un ejemplo es la bolsa recolectora que producen las comunidades del Chaco. Hoy casi no se usa para su función original, porque no hay monte, no hay trabajo en la recolección. Hoy esa producción es comercial. Necesitan vender, la artesanía para los pueblos indígenas es un ingreso de dinero. 

Y hay dos piezas, dos jergas, de Milda Rivarola. Ella es una gran referente, con su archivo fotográfico y cartográfico. En su casa vimos mucho de su archivo, para poder mostrar fotos, que den cuenta de la historia. Nos reunimos en Asunción y en su casa de golpe veo una jerga y digo “¿y eso?”. Es algo que no se ve más, y es algo que hay que poner en valor. Esto tiene que ver con la producción rural, una economía ligada al caballo… es algo que se dejó de hacer, comparado con el arte indígena, del que actualmente hay producción en cantidad.

Le di mucho espacio al ñanduti, como te decía, que es un tejido que es como una carpeta, cuando no está terminado y se los muestra enmarcado. Pero originalmente su uso tenía que ver con la iglesia, la decoración de los altares… están todas las técnicas, caraguatá, ñanduti, ao po’i, encaje ju, todas son técnicas cotidianas.

¿Fue como una segunda parte de Tembe’y, la muestra que habías hecho en 2021?

Tembe’y fue por una invitación de la Universidad Nacional de Rosario. La muestra fue en el ECU (Espacio Cultural Universitario), es un lugar difícil para exponer, un antiguo banco, el lugar es muy imponente. Después itineró por muchos lugares, incluida Buenos Aires.

Tembe’y significa orilla en guaraní. El subtítulo era Diálogo con el arte popular, indígena y contemporáneo del Paraguay. Caemos a veces en poner casilleros dentro del arte, y es arte. Pero para poder describirlo usamos estos términos. Hay ahí todo un universo. Pensábamos invitar a maestras alfareras para la inauguración, pero la pandemia nos complicó los planes. 

Había más de setenta artistas y colectivos de Paraguay. Y también incorporé a algunos artistas de Argentina.

¿Cuál había sido el primer contacto con Paraguay, antes de eso?

Mi primer viaje a Paraguay, fue en el año 2006 a Asunción, contratada para conocer, analizar y hacer una devolución del Asunción Fashion Week. Diseñadores amigos que ya habían estado allí, Pablo Ramírez, Javier y Alejo Estebecorena, fueron quienes me recomendaron, le mencionaron mi nombre a los organizadores del evento para que me entrevisten. Frente a prejuicios que podían ser producto del desconocimiento y de la mirada dirigida siempre hacia Europa, llegar a Paraguay fue un golpe total. La vegetación, los vendedores en la calle, el Mercado 4, el Museo del Barro, Areguá y el Lago Ypacaraí, el arte indígena y popular, la calidez y amabilidad de la gente, el sonidos del guaraní… 

¿Alguna referencia anterior al arte popular, que ya tuvieras?

Durante mi infancia todos los veranos iba a La posta del Angel, donde estaba el Centro de Artesanías Americanas y Museo Etnográfico, en Santa Clara del Mar. Un espacio de difusión, exhibición y comercialización de piezas únicas, máscaras y trajes, canastas y cestería de todo tipo, hamacas tejidas, mantas, jergas de lana, etc. Y Paraguay reactivó esos recuerdos, y de alguna manera volver mi mirada sobre el trabajo, la labor y el esfuerzo de María Luisa Orensanz quien dirigía ese espacio, y era la mejor amiga de mi abuela Beatríz.

Y después abriste Guaraní porā, que era una tienda de arte y diseño, pero sin arte textil, ¿no?

En verdad sí había piezas textiles, ya que había mantelería, frazadas, lo que no quise incorporar eran prendas, ya que quería despegarme de mi trabajo como productora de moda, estilista y vestuarista. La selección de piezas estaba ordenada por diferentes colecciones. Colección cuero, colección cable y colección arte. Las dos primeras contaban con productos más comerciales, carteras, bolsos, asi como sillas y banquetas, que yo mandaba a realizar tanto en Paraguay como en Argentina. La colección arte incuía tallas de madera, piezas de cerámica, cestería, bordados. De alguna manera, las dos primeras colecciones permitían que se acerque un consumidor que buscaba determinados objetos y se sorprendía con las piezas de la colección arte.

En una entrevista escuché que hablabas de la cultura guaraní como algo sin frontera.

En un primer momento, desde @guaranipora visibilicé el acervo material del Paraguay, luego me di cuenta, al viajar por trabajo a Corrientes y al Chaco, a Misiones, que había una conexión cultural, social, histórica, con el país hermano, y por eso desdibujar las fronteras políticas y poder visibilizar toda una región.

¿Comprabas en Areguá, qué otros lugares? 

Compraba a través de intermediarios, conocidos, amigos como por ejemplo Joe, directora de El Cántaro [un centro de arte indígena y popular en Areguá]. También en mis propios viajes, recorría ciertas ciudades del interior buscando determinadas piezas, así como también en el Mercado 4 de Asunción. Y por otro lado, las notas que salieron en prensa, o la difusión en redes hizo que se acercaran personas que trabajaban con comunidades para ser punto de venta, o artistas para exponer.

¿Cómo era vender a estos artistas, o tu contacto con el mercado local de arte popular? 

Era complejo. Cuando lo que está en juego es la capacidad colectiva del trabajo, de la difusión, de unir esfuerzos a partir de mi recorrido, puedo decir que gane muchos amigos, aquí y en Paraguay, así como en Corrientes, Misiones, Chaco. GP fue un espacio de puertas abiertas para quien quisiera entrar. Desde transeúntes o vecinos migrantes del Paraguay o la región que se encontraban con parte de su propia historia materializada, a artistas que les interesaba la propuesta, así como clientes que se convirtieron en fans y amigos también.

No puse el foco ni la energía en establecer vínculos con instituciones, ongs, que podrían servir para ciertas acciones, siempre priorice los vínculos con personas.

Vas mucho al arete guasu, me dijiste… 

Cuando deje de ir a Paraguay por trabajo, mis posteriores viajes, siempre estuvieron calendarizados para poder asistir a diferentes fiestas populares, patronales. Fiesta de San Pedro y San Pablo en Altos, San Francisco Solano en Emboscada, Fiesta de San Baltazar en Luque, y no podía faltar el Arete Guasu en Mariscal Estigarribia, que es la gran fiesta del pueblo guaraní. Mi primer viaje fue en el año 2017, y regresé en el 2018, 2019, 2020, el año 2021 no pude ir (estábamos saliendo del confinamiento por la pandemia, y no podía viajar), y el 2022 estaba con la muestra Tembe´y en Bs As. Retome mis viajes al Chaco Paraguayo en año 2023 y 2024.

Después de tantas visitas y de participar durante los días de la celebración, ya siento que no soy una “extraña”, sino que soy una invitada más, a la que le abren las puertas de las casas, me reconocen y agradecen que este allí cada vez que regreso. El arete guasu se celebra en coincidencia con los días del carnaval. Es un festejo donde se recuerda a aquellas personas que ya no están, se reencuentran las familias, se arman rondas de baile, se comparte la danza colectiva, y hay una creatividad lúdica, libre y sorprendente materializada en los trajes, en las máscaras, en las pinturas e ilustraciones de las prendas, en los accesorios, que no tiene que ver con la abundancia de recursos, sino justamente con la imaginación al servicio de lo que se puede conseguir desde esas comunidades.

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