Literatura

Peligrosa obsesión

07-10-2024

Por: Violeta Sticotti

En su novela 'Soy fan', Sheena Patel se adentra en Internet, las redes sociales y la manera en la que condicionan las relaciones entre las personas.

Peligrosa obsesión

Este comentario podría empezar así: “¡Qué bueno fue haber leído una novela nueva escrita en primera persona y que me haya encantado!”. Pero para que la frase caiga bien parada tendría que recapitular una serie de pensamientos que surgieron a partir de distintas charlas y revivieron con la lectura de Soy fan, la novela de Sheena Patel. Hace un tiempo, había algo que se llamaba “literatura del yo” ¿Qué pasó con ese término? ¿Sigue existiendo? Tengo la sensación de que ya no se usa tanto. Sin embargo, la primera persona sigue siendo la más elegida en las novelas actuales y en particular esa primera persona que es íntima, cercana y que parece querer borrar su estatuto de artificio. Una primera persona que busca alejarse de la “ficción” y camuflarse de “realidad”. Como si la literatura estuviese en deuda con el “mundo real” y tuviese que emparejarse con él. A la vez, eso produce un efecto y es que cuando uno lee algo cuyo comienzo es: “Espío por internet a una mujer que se acuesta con el mismo hombre que yo”, inmediatamente empieza una elucubración con lo autobiográfico.

Bajo este espejismo extraño que produce la primera persona, hay algunas novelas que toman la oportunidad para hacer algo que se despega de ese vicio por parecerse a la “vida real” y ese “como si” se vuelve algo más pegajoso, gracioso, raro. Ese es el caso de Soy fan, la primera novela de la autora inglesa Sheena Patel, publicada en 2022 en Londres y traducida al español recientemente por Alpha Decay. La sensación que produce leer este libro es que es muy muy de ahora, pero no de una manera que molesta, donde aparece la pregunta “¿Y a mí esto qué me importa?” sino de una manera filosa, un poco cínica, por momentos algo baja línea y bastante adictiva.

Está escrita en capítulos cortos, fragmentos desordenados que narran la obsesión de la protagonista con dos personajes a los que bautiza: “el hombre con el que quiero estar” y “la mujer con la que estoy obsesionada”. Los stalkea con fijación demoníaca todos los días. Así nos enteramos de que la mujer con la que está obsesionada es una nepo baby hija de un poeta-botánico famoso: “Miro videos en YouTube en los que la mujer con la que estoy obsesionada dialoga con su famoso padre, un poeta, crítico y defensor de la tierra que a los finales de los setenta triunfa con un ensayo seminal y aparentemente rompedor titulado Hallar poesía cultivando un jardín.”

Cada personaje está atravesado por algunos tags o aesthetics que suenan conocidos a nuestra vida occidental en las ciudades y que definen su identidad. Los de “la mujer con la que estoy obsesionada” tienen que ver con crear un perfil de pureza y “completitud victoriana” a través de su relación especial con la naturaleza, don con el que vino dotada de nacimiento y a través de su curaduría de objetos caros de diseñadores. Es un arquetipo de los casos en que “lo orgánico” y todas las derivas de lo “natural” se convierten en un símbolo de estatus y poder.

“El hombre con el que quiero estar”, en cambio, no se entiende bien qué hace. Solo es claro que es una especie de intelectual, relacionado al “mundo del arte” y que tiene una mujer y varias amantes al mismo tiempo, entre ellas, la narradora de la novela: “El hombre con el que quiero estar ha participado en mesas redondas con mujeres siendo él el único varón; no tengo ni idea de qué lo autoriza a ser el único hombre en esos debates. (…) Me digo, qué pensarían estas activistas si lo conocieran de verdad”.

A lo largo de todo el libro la narradora hace una alianza entre obsesión y fanatismo: “El hombre con el que quiero estar es una de las personas más inteligentes que conozco y este es uno de los motivos por los que me intriga tanto”. La tensión entre estos dos estados de la mente es extremada y propulsada a través de las redes sociales, específicamente de Instagram, donde cualquiera puede convertirse en objeto de adulación para los demás.

En un momento, se hace una pregunta que muy probablemente todo aquél con un uso diario de la red social se pregunta: “¿Por qué sé todo esto? Mi cerebro está a rebosar de basura sobre ella pero siento una necesidad irreprimible de saber más cosas”. En este sentido, Soy fan es también una reflexión sobre los estados no sólo mentales sino también físicos en los que nos coloca el abuso de voyerismo al que nos sometemos a diario: “Nunca había sentido mi corazón hacer las cosas que está haciendo” declara la narradora después de una sesión intensa de stalking.

Entonces, quizás, la pregunta por el concepto de literatura del yo y por lo autobiográfico podrían servir en realidad para pensar las derivas que tienen los materiales cotidianos –como el uso de las redes sociales y la terminología de internet– al interior de la narración. Soy fan trabaja en este sentido a favor de una literatura en la que es posible la existencia de ésta información a la par de la construcción de un relato. Muchas veces esa batería de términos que saturan nuestra mente en la vida cotidiana, cuando aparecen en un libro, construyen un espejo cuyo reflejo nos da rechazo. Soy fan, en cambio, produce el reverso de esa sensación, que podría ser el fanatismo.


Soy fan, de Sheena Patel.
Ediotial Alpha Decay.
204 páginas.  
2023.

Foto de portada: Franco Fontana. “People”. Colección Museo Nacional de Bellas Artes.

Te puede interesar