Siempre dije que Miss Kittin es la poeta definitiva. Mientras escribo esto aún suena “The Beach” en mi cabeza. “Sun is shining tonight / The sun, the moon, the city lights / I can’t remember where I am / It could be Cannes, Saint Tropez or Tahiti”.
Kittin y yo nos remontamos a varios años atrás. Ella no lo sabe, pero pasamos mucho tiempo juntos en mi habitación: ella en mi computadora, yo en mi cama. Varias noches con todas las pestañas del navegador abiertas, cada una con una canción distinta cargada y su letra correspondiente. Amaba escuchar su música, pero más amaba consultar los textos de las letras que para mí eran tan importantes como el sonido de la canción. Envidiaba la manera de hablar tan elegante, rápida y descomprimida sobre una canción tan bailable. La sílaba necesaria se reproducía en el momento necesario.
Por sobre todas las cosas me hipnotizaba su pronunciación francesa del inglés.
En el taxi camino a Deseo, mis amigas hablan de muchas cosas. Yo me desconcentro de la conversación, miro por la ventana y recopilo mentalmente algunas de mis canciones favoritas mientras el auto atraviesa un parque. “L’homme dans l’ombre”, “You and Us”, “Madame Hollywood”, “Retrovision”, “The Womb” o más clásicas como “1000 dreams” y “Leather Forever”.
Al llegar, encontramos a más amigas en el boulevard de enfrente y entramos juntas. “Flavia está conmigo” le digo a la chica de seguridad y entramos. Violeta Alegre, InVertida, está tocando y sin previo aviso nos sorprende con “Rippin Kittin”. Pienso en mandarle un mensaje a mi novio, él ama esta canción tanto como yo. En realidad no conozco a nadie que no ame Rippin Kittin, es una canción excelente desde donde la analicemos: una narrativa, un videoclip fanmade hermoso, un estribillo muy pegadizo y Miss Kittin asesina.
La noche progresa y decido ir al camarín en busca de algo para tomar. Abro la puerta y me sorprendo con su presencia. No es que no supiera que eventualmente Kittin iba a estar ahí, pero minutos antes había entrado al camarín y no había nadie. Ahí está, tiene unos ojos muy brillantes y una sonrisa especial. Habla con algunos conocidos, no me animo a interrumpir para saludar, pero ella me mira y le hago un saludo a la distancia, sonriéndole. Me devuelve la sonrisa. Agarro una cerveza y salgo, me dio timidez.
Algunos tragos más y empieza el set de Andrea Paz. Yo me quedo pensando en la cara de Kittin, que es como la de una muñeca de porcelana blanca. Alguien me entrega una fantasía nocturna y yo me ofrezco al baile, bailamos con mis amigos en trance. Las horas pasan.
La música para, se escuchan aplausos y una leve variación en la puesta lumínica señalaría que Kittin está por empezar. La fantasía nocturna ya hizo su efecto. Todas las personas que le daban la espalda a la cabina se dan vuelta. Kittin camina por la pasarela entre el camarín y la cabina, recibe los aplausos y hace un gesto facial, una sonrisa rara, como si almacenara esos aplausos dentro suyo. El set empieza bruscamente, no en un mal sentido, pero con un mensaje implícito que indicaría que no hay tiempo que perder. Entre algunas canciones no propias intercala hits como “1982” y “Frank Sinatra” o cortes del último disco con The Hacker como “19”.
Bailo y me siento adentro de mi computadora. El videoclip de Rippin Kittin es enorme y el piso de Deseo se transforma en los techos de los edificios por donde camina la chica del video. Los reflectores que iluminan la pista son ventanas prendidas. La gente bailando a mi alrededor son autos que se desplazan en cámara rápida. Rippin Kittin no está sonando pero me siento en un estado Rippin Kittin de la mente.
Decido cambiar de posición. Me muevo y me paro detrás de la cabina. Sube May Mc Laren a la cabina vestida de enfermera S&M ensangrentada. Me saludó en el camarín y el look fue una grata sorpresa. Ahora están las dos lado a lado, tengo esta idea fijada en la cabeza, pero juntas parecen dos muñequitas de porcelana. Kittin enciende un cigarrillo, agarra el micrófono y da play a la última canción del set, la mítica “The Beach”. Todos bailan y gritan. Las luces se tornan cálidas, solares, sé que Tornasol (el iluminador) conoce y ama este tema. Es rara la decisión de terminar un DJ set con el bonus track de tu primer disco de hace más de 20 años, pero no por eso la decisión es menos hermosa. Bailo y me posee el poema de mi amiga Tilsa Otta:
I love her and this song
This is her best song EVER!
Her voice is beautiful!
She needs to sing more songs like this omg
Wish this was longer
Exactly what was thinking!
Im obsessed and shes so sexy omg
It’s sounds like she just sang what was on her mind. That’s why it’s so beautiful and deep
This is the best song on the album
I love this girl. Just omg
I want this song inside me
Termina el set de Kittin, se ve y se oye una gran ovación y ella se va al camarín. Empieza a tocar May Mc Laren y rápidamente hace al público suyo, como si Miss Kittin no acabara de hacer un set de dos horas y media antes que ella. Decido ir a buscar un último trago, o un último contacto con Kittin, y me acerco al camarín.
Entro y Kittin conversa con todos. Todos le dan sus apreciaciones del set y ella sonríe y agradece. Los sillones de terciopelo están ocupados y los ceniceros tienen cigarrillos en desuso pero que aún humean. Permanezco en silencio, no sé bien qué decir. Me gustaría decirle algo distinto a lo que le dicen todos. Me acerco a la heladera para agarrar una cerveza más. Kittin frena una de sus conversaciones, se acerca a la heladera también y se para detrás mío. Me doy vuelta y la saludo, no puedo evitarlo, y me saluda con amabilidad. Cotejo muchas opciones de frases que decirle, cosas más específicas y otras más generales, algunas rebuscadas y otras más obvias. Me pierdo en mis propios pensamientos y solamente pronuncio: “Oh my god I love you so much your set was amazing!!!!” En mi mejor estilo Tilsa Otta. Ella me sonríe nuevamente y me dice “Thanks, I love you too”. Agarra algo de la heladera y vuelve a su conversación original. Yo abro mi lata y me voy a bailar lo que queda del set de Mc Laren. Al rato la fiesta termina, pido un auto y me voy a mi casa a dormir. El conductor maneja por una Buenos Aires muerta, o más bien recién nacida, de calles desérticas. En el auto suena la radio Aspen y empieza a sonar una de mis canciones favoritas del mundo, “I’m not in love” de 10cc. Canto mentalmente la canción mientras miro el paisaje de la ciudad por la ventana. La canción se apaga, mi mente le hace un fade out, lo único que escucho ahora es el instrumental de The Beach loopeado y la voz de Kittin diciendo “Thanks, I love you too”, “Thanks, I love you too”, “Thanks, I love you too”, “Thanks, I love you too”.