Creer o reventar
07-05-2024Por: Melina Ayude
Camila Peralta protagoniza Suavecita, una obra de Martin Bontempo que sucede en la sala Caras y Caretas. Una historia que mezcla conurbano, esoterismo y pasillos de hospitales públicos.
Siempre que estoy haciendo la fila para entrar a ver una obra alguien dice en voz alta: “No sé por qué no venimos tanto al teatro, tendríamos que hacerlo más” y si nadie lo dice, me gusta decirlo a mí. En el teatro, a diferencia del cine, hay una energía más intensa. Y si te considerás una persona muy terrenal que no cree en las energías, los mitos y los milagros, te recomiendo que abandones este texto porque todo se va a poner más oscuro.
Todos los viernes y los sábados Camila Peralta protagoniza Suavecita de Martin Bontempo en el Caras y Caretas. Creo que la ubicación es perfecta porque la caminata por el Once para llegar al teatro funciona un poco como la previa de la obra: focos de luz quemados, un perrito flaco pidiendo comida y alguna secuencia de gritos que no se entienden. Todas escenas que, de alguna manera, nos conectan con el hospital donde trabaja la Suavecita.
Madre soltera de una nena y entre enfermeras que lo único que hacen es tomar mate sin parar, la Suavecita se gana la vida dándole placer sexual a pacientes terminales. Con erotismo e historias fascinantes, Suavecita nos cuenta cómo nace una santa popular y qué pasa cuando tenemos que hacernos cargo de un destino que no elegimos.
Lo fascinante de la Suavecita es su poder para generar ternura, risa y emoción. Es un personaje tan increíble que me encantaría que fuera protagonista de una novela para poder verla un poco más de tiempo. Ella es simple, de a momentos un poco bruta, pero siempre sumamente poética.
A lo largo de la obra, Camila Peralta interpreta a un montón de personajes muy diferentes para cumplir las fantasías de sus clientes: una especie de Coca Sarli, un insecto que carga nafta, una vieja enamorada de su mejor amiga, una robot en un viaje al espacio. Y pasa de uno a otro, cambiando el tono de voz y la corporalidad con muchísima fluidez. Todos los mundos que construye por más fantasiosos que parezcan siempre tienen algo del orden de lo posible y a todos los une lo mismo: el deseo de sobrevivir.
A la salida del teatro hay un altar con una figura de Suavecita y una señora que reparte estampitas como recuerdo ¿Cuándo se convierten en realidad los mitos? ¿Cuando se confirman o cuando alguien cree tan fuerte en eso que se hace realidad? A falta de ART, con una obra social dudosa y sin tener en claro cuáles son mis fantasías sexuales, todavía tengo en la riñonera la estampita.
Cuando dije que en el teatro, a diferencia del cine, hay una energía más intensa, me refería a la presencia de los actores y a la idea romántica de que eso que ocurre ahí no se va a repetir de nuevo igual nunca más. Sin embargo, cuando salgo de ver Suavecita me acuerdo de El espanto, el documental de Martin Benchimol y Pablo Aparo. Es de 2017, pero hace poco se hizo viral en TikTok y lo volví a ver.
El documental muestra la vida de los habitantes de El dorado, un pueblo de la provincia de Buenos Aires. En ese lugar nadie va al médico, salvo que sea para una cirugía, abundan los curanderos que se encargan del mal de ojo, del empacho, de la pata de cabra y de todos los malestares generales. Pero solo hay uno que cura la enfermedad del espanto y lo hace en su habitación, con la misma técnica de la Suavecita.
¿Por qué los mitos nacen en los márgenes? Historias de milagros, apariciones de la virgen y curas mágicas siempre son parte del conurbano y de los pueblos. Empiezo a creer que para ver algo sobrenatural o divino hay que estar en silencio, sin demasiada gente, en un lugar oscuro. Como una sala de teatro.
SuavecitaDramaturgia y dirección: Martin Bontempo
Elenco: Camila Peralta
Asistencia de dirección: Camila Miranda
Producción ejecutiva: Alejandra Menalled
Producción general: Nün Teatro Bar
Supervisión dramatúrgica: Ignacio Bartolone