Colonialismo nuclear
22-06-2024Toni Canyelles Suau pondera sobre el cine de Albert Serra, los crímenes nucleares perpetrados por el Estado francés en la Polinesia y los secretos del ultramar en esta afilada reseña de Pacifiction.
A partir del sábado 22 de junio, la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín proyectará cuatro funciones únicas de Pacifiction (2022), inicialmente conocida como Bora Bora, el último largometraje del catalán Albert Serra y, posiblemente, la que sea su obra maestra.
Pacifiction es un viaje por los sublimes paisajes de Tahití, la isla más grande de la recóndita Polinesia, un territorio de ultramar francés localizado en el sur del océano Pacífico. En este paraíso terrenal, los protagonistas coquetean, se emborrachan y negocian, por ejemplo, acerca del nuevo casino, que las instituciones religiosas no ven con buenos ojos. Parece que no hay límites para la felicidad, pero eso sí, se apremia al más sigiloso. Ahora bien, todos estos diálogos entre montañas de origen volcánico y playas tienen como objeto, fuera de campo, pero de forma muy clara, las consecuencias del discurso del Estado de la Revolución en la vida de los tahitianos o maohis.
La película empieza con la llegada a la isla del alto comisario de la República, Monsieur De Roller. El representante del Estado francés se pasea libremente por los burdeles y los bares, con sus gafas oscurecidas y su impecable traje de lino blanco. Es en estos lugares que se siente mejor recibido, porque fuera de ellos no deja de tomar el pulso a una población local la ira de la cual puede despertar en cualquier momento. Los nativos buscan defender la tierra y el mar evitando cualquier tipo de reactivación de ensayo nuclear, situación crítica que igualmente aprovechan para defender intereses propios. La premonición de estas pruebas aparece cuando se nos muestra un desembarco con tráfico de trabajadoras sexuales al amanecer, el cual nos lleva a sospechar la presencia de un submarino cercano. Esta indiscreción por parte de la marina inicia una tensión entre el almirante y el comisario que persiste durante todo el film.
Entre 1966 y 1996, Francia realizó casi doscientas pruebas nucleares en el archipiélago. El Estado ha reconocido sus crímenes de guerra en Argelia, donde usaron a civiles como escudos humanos durante su lucha contra el Ejército de Liberación Nacional, pero no en la Polinesia. Lo que muestra Pacifiction,de forma excepcional, es que el proceso de colonización del Pacífico sigue en pie bajo nuevas modalidades. Según el Organismo Internacional de la Energía Atómica, Francia, el segundo mayor productor de electricidad nuclear del mundo, realizó quince pruebas de seguridad y ciento setenta y ocho ensayos de armas nucleares en los atolones polinesios. De estas, cuarenta y uno fueron atmosféricas y, el resto, submarinas. Provocaron graves consecuencias sanitarias y no ha existido casi ningún derecho de reparación para los habitantes. La prueba más catastrófica fue la explosión aérea termonuclear de 914 kilotones de la Operación Licorne. En 1998 se firmó en París el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos nucleares, el cual, en la película, parece que no se estaría respetando.
Este viaje a los paisajes tropicales de Tahití es una revisión de la literatura de viajes, los cuales reduce al absurdo, hasta el punto de mostrar cómo un político, linterna en mano en la noche oceánica, trata de buscar con una barquita y una moto de agua un submarino en alta mar; de las películas de carretera, con las largas escenas de De Roller en su coche oficial donde afirma que «la política es una discoteca»; y de los viajes iniciáticos, ya que el propio viaje del comisario, a partir de su encuentro con Shannah, seguramente la relación más compleja del film, es una experiencia que produce cambios subjetivos. Pero, especialmente, se revisitan estos géneros porque se politizan de una forma brillante: Serra consigue retratar los enredos estructurales del territorio de ultramar siendo fiel a su cine hiperrealista, sin escrúpulos ni aprensión, lleno de humor y absurdos, sin guion, sin narrar historias y sin caer en el placer de la identificación.
Desde la primera imagen, que nos muestra un puerto donde se acumulan innumerables contenedores metálicos —alegoría contemporánea del colonialismo bajo el proceso de la globalización—, se nos indica que el tema de esta monumental película son las contradicciones de la ocupación por parte del Estado francés de un territorio a dieciséis mil kilómetros de distancia, así como la angustia de algunos personajes por el fin del sueño socialdemócrata. Con Pacifiction, Albert Serra consigue alejarse, por momentos, de las mórbidas criaturas que habían protagonizado sus últimas películas —libertinos franceses, Luis XIV en su lecho de muerte, o Casanova y Drácula— y vuelve al magnetismo de las escenas de Don Quijote y Sancho en Honor de cavalleria (2006) o los tres Reyes Magos en El cant dels ocells (2008). Dicho esto, realiza una película que pone en el centro, como declaró el dirigente tahitiano independentista Oscar Temaru ante la Corte Penal Internacional hace cinco años, unos ensayos nucleares que no fueron otra cosa que colonialismo nuclear.
Pacifiction (2022) de Albert Serra se proyecta en la sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes, 1530)
Funciones: sábado 22, domingo 23, sábado 29 y domingo 30 a las 20 horas
Valor de las localidades: Entrada general: $3.000 - Estudiantes /Jubilados: $1.500
Foto de portada: Benoît Magimel y Pahoa Mahagafanau actúan en Pacifiction (Albert Serra, 2022)