Cine y series

Viaje al interior del pasado

09-08-2024

Por: Paloma Navarro Nicoletti

En la última película de Cecilia Kang narra un viaje emocional en el que una actriz se prepara para dar testimonio de una mujer que fue parte de las "wianbu", término coreano que se refiere a las "mujeres de confort".

Viaje al interior del pasado

¿Cómo podemos describir la sensación de regresar a un lugar que, aunque no nos pertenece, forma parte de nuestras raíces? ¿Qué significa realmente pertenecer a un lugar y cómo influye esto en nuestra identidad? Estas preguntas, que parecen no tener respuesta, resuenan en la última película de Cecilia Kang, directora de cine, coreana de segunda generación nacida en Argentina, quien toma un fragmento de este poema de Pizarnik para titular su última película: Partió de mí un barco llevándome. En este relato, Kang narra un viaje emocional en el que una actriz se prepara para dar testimonio de una mujer que fue parte de las “wianbu”, término coreano que se refiere a las “mujeres de confort”.

El término “mujeres de confort” (o comfort women en inglés) es un eufemismo usado para describir a las mujeres que fueron secuestradas para ser esclavas sexuales por parte de los militares japoneses durante la segunda guerra mundial. Algunas podrían ser, incluso, niñas menores de edad, quienes eran engañadas bajo la promesa de tener un trabajo digno y por lo tanto una mejor calidad de vida. Sin embargo, estas mujeres eran obligadas a “prostituirse” con decenas de hombres al día mientras se encontraban encarceladas en pequeñas habitaciones llamadas “estaciones de consuelo”. 

Cecilia Kang se topó con esta historia desgarradora durante un viaje a Corea del Sur en 2013. En la última edición del Festival de Cine de Mar del Plata, ella reveló en una entrevista, que durante ese viaje, asistió a una conferencia de Kim Bok-dong, una sobreviviente que había sido mal llamada “mujer de confort”. El relato de esta mujer sobre las violaciones sistemáticas que sufrió, la culpa por haber sobrevivido y la vergüenza social que padeció, despertó en Kang el deseo de contar su historia, de indagar, de narrar el hecho a través de una voz actual. 

En este caso, junto a la guionista Virginia Roffo, la directora opta por un enfoque que combina ficción y documental en lugar de seguir un relato histórico clásico y cronológico. La película comienza con la puesta en escena de un casting en la que varias adolescentes están de pie frente a la cámara. En este juego que ficcionaliza el comienzo de un documental ellas cuentan que son de Buenos Aires pero tienen raíces coreanas, hablan de su familia, de lo que sienten, de la mirada estigmatizante con la que conviven por sus rasgos. Luego, como parte del casting, leen el testimonio de una sobreviviente que fue esclava sexual durante la Segunda Guerra Mundial en Corea. Entre estas caras, gestos y voces, aparece Melanie Chong, quien se destaca, más tarde, como protagonista del film. 

Melanie Chong es una joven actriz argentina-coreana que comparte con la directora una experiencia similar; ambas son hijas de coreanos y forman parte de la misma comunidad. A través de Melanie, comienza el verdadero relato. Con su voz recorre una historia familiar que sirve como ejemplo de las experiencias de otras personas migrantes. Con sus ojos busca datos sobre las mujeres que sufrieron estas experiencias traumáticas en el pasado. Por momentos, la protagonista se ve sumida en lágrimas. La historia de estas mujeres y su propia historia familiar forman parte de un recorrido sensible repleto de información. En una escena, la protagonista está sentada frente a la cámara y dice: “creo que estoy contando la historia de una chica que transita la vida, mientras espera otra cosa”. en ese momento se larga a llorar:  “perdón, solo que esto se puso muy personal”, dice.

Más adelante la película se traslada a Corea, donde Melanie recorre un museo que cuenta el pasado traumático de estas mujeres, y cuenta que hasta la fecha, el gobierno japonés no ha ofrecido una disculpa oficial. Durante su recorrido se ve un ritual de protesta, donde un grupo de personas se congrega, cada miércoles, frente a la embajada de Japón para exigir justicia. En medio de esta multitud, Melanie se encuentra en la manifestación número 1551. Mientras tanto, espera respuestas y camina sobre las calles de la ciudad con su hermano mayor. Hablan de la distancia, de la nostalgia y de su familia. Melanie escucha con atención, sonríe mientras comenta la cantidad de coreanos con los que se encuentra en Corea. Aunque parece lógico, para ella esta realidad resulta extraña. Ve a coreanos desempeñando trabajos que en Buenos Aires no son comunes de ver.

Cecilia Kang muestra un interés por describir y hacernos descubrir su propia cultura. Esto se evidencia no solo en su último largometraje, sino también en otros documentales, como su ópera prima “Mi último fracaso” (2016) donde narra la vida de tres mujeres de la colectividad coreana en Argentina, explorando cómo su identidad cultural afecta directamente sus relaciones sentimentales.

La forma en que Kang utiliza estos discursos para fortalecer el relato de la migración actúa como un punto de quiebre, donde las emociones están constantemente a flor de piel. En sus obras, las personas que aparecen delante y detrás de la cámara ponen el cuerpo como un campo de batalla, hablan del desarraigo, del peso de la herencia y confrontan Oriente y Occidente para abordar las heridas que las arrastran. Por eso las respuestas a las preguntas del inicio están presentes, donde propone un enfrentamiento con nuestra propia identidad, en esa eterna dicotomía entre permanecer y ser extranjero.


Partió de mi un barco llevándome
Dirección: Cecilia Kang.
Intérpretes: Melanie Chong, Hae Kyung Jeon, Alex Chong,
Eunice Cho, Mora Lestingi y Julio Chávez.
Guion: Virginia Roffo.
Duración: 81 min.
Funciones: MALBA Cine, los sábados a las 18.

Foto de portada: Minouk Lim. The Weight of Hands. 2010. Colección TATE.