Teorías sobre el ensayo del fin del mundo
24-05-2024Por: Imanol Subiela Salvo
En esta obra de Florencia Werchowsky hay una reflexión sobre los tiempos que correr y las incertidumbres que gobiernan el día a día. A través de la danza contemporánea las y los intérpretes buscan certezas para combatir la hostilidad del contexto actual.
1. Está mal que lo diga porque es un sentimiento bajo, de esos que dan ganas de esconder, pero que envidia me dan las bailarinas y los bailarines. La forma en la que mueven sus cuerpos, la destreza que tienen y la conciencia con la que hacen funcionar cada uno de sus músculos. Ver una obra de danza es como mirarse a un espejo y reconocer un puñado de defectos. Saber que hay movimientos que no vas a poder hacer nunca. Al mismo tiempo, es un consuelo descubrir que hay personas que sí pueden, que hay alguien que puede más que vos.
2. Voy a ver Ensayo del fin del mundo, una obra de Florencia Werchowsky. Me gusta mucho el título y me esfuerzo por reconocer qué referencias hacen las y los intérpretes al final de las cosas –al menos tal como las conocemos–. Me cuesta descubrirlo. La danza contemporánea es muy abstracta y aunque esta obra tenga referencias a la danza clásica, el diálogo con un posible apocalipsis –que es lo que estoy buscando– no está del todo claro. Disfruto de eso, de no entender. Porque “no entender”, para una persona obsesiva como yo, es una invitación a pensar, a intentar reconstruir un sentido. Escribir funciona de esa misma manera: uno encadena palabras que se transforman en oraciones para dilucidar algo, para comprender alguna cosa.
3. Un ensayo es una prueba. Un intenta. Nunca es la cosa definitiva, la obra acabada. Mostrar un ensayo es, por un lado, algo trendy –hay miles de contenidos que te muestran cómo se hizo o se hace algo– y, por otro lado, un riesgo. Es raro que hoy, en la época de las certezas definitivas, alguien quiera mostrar algo incierto, inacabado. Mirá, te muestro esto, pero no pienses que es una verdad porque es apenas una hipótesis, una punta de un hilo del que podemos tirar y que, al mismo tiempo, podemos descartar.
4. La obra de Werchowsky es contraepocal. Ante el avance de las grandes verdades –¡déficit cero! ¡el comunismo es hambre!–, ella muestra un proceso, una serie de coreografías que pueden cambiar de función a función. Lo que pone en escena es una duda. Un esfuerzo por llegar a algún lado. Eso, hoy, se puede traducir como valentía.
5. El ensayo es un resguardo, un lugar al cual se puede ir para fallar. A nadie le gusta equivocarse, pero el ensayo está hecho para eso, para confundirse y volver a probar. Hoy son pocos los lugares donde se puede cometer un error sin pagar las consecuencias. Es decir, no hay demasiados espacios en los que se puede ir a “probar algo” y, si no funciona, “probar otra cosa”. Estos son los días de la asertividad, no de la confusión. Todo tiene que ser un statement o no ser nada.
6. Hace un tiempo terminé de ver Carol & the end of the world, una serie animada de Netflix: cuenta la historia de una mujer en medio del fin del mundo, valga la redundancia. La particularidad de Carol, la protagonista, es que mientras todas las personas del planeta quieren pasar sus días intensamente, haciendo cosas que no habían hecho hasta entonces, ella sólo quiere tener una vida normal, sin sobresaltos. Para conseguirlo empieza a trabajar en una oficina. Sí, en medio del apocalipsis ella elige ser una empleada administrativa, antes que una persona emocionante y relajada que accede sin chistar a la demencia colectiva -convertida en un nuevo sentido común-. Un ensayo y esa oficina, en ese contexto, son la misma cosa: un lugar tranquilo, un pequeño refugio, un espacio al cual volver.
7. Ensayo del fin del mundo es una estrategia de supervivencia. Mientras afuera reina la hostilidad y la incertidumbre, ahí adentro gobierna la contención y además ofrece una garantía. Esa garantía es el baile. Entonces, bailar sería una estrategia de supervivencia. La coreografía, los movimientos para ser feliz.
8. Otro motivo más por el cual esta obra de Werchowsky es contraepocal: bailar no sirve para nada, al menos para quienes lo hacemos de manera amateur –ya escribí algo sobre esto en esta otra nota–. No lo digo como algo despectivo, sino más bien en este sentido: mover el cuerpo, con un ritmo determinado, repitiendo una serie de movimientos, no se traduce en ganancia financiera. Bailar es una actividad no especulativa. Va en contra del imperativo que indica “producir ganancia en todo momento”. Bailar es perder el tiempo. Lo que produce esta acción es algo inmaterial, es una sensación que recorre el cuerpo de quien ejecuta los movimientos y quien los mira. Esa sensación nunca es económica, sino emocional. No te llena los bolsillos, pero igual te puede llenar de otra manera más sutil. E incluso más duradera –a veces–.
9. La conversación sobre el final del mundo está presente todo el tiempo. Está en las series ultra mainstream –por ejemplo, The last of us–, en los libros de ficción –Miles de ojos y El vasto territorio, por mencionar dos– y hasta aparece en los discos que se editan –como El diablo en el cuerpo y El final de las cosas–. Hay una suerte de desazón generalizada. No tiene que ver únicamente con el contexto político argentino, es como un humor de época. Una pregunta que nos estamos haciendo aquellas personas que tomamos un poquito de la sopa del siglo XX, otro poquito del siglo XXI y que no tomaremos la del siglo XXII. Pero ¿por qué pensamos en los finales? ¿por qué este sería el fin del mundo? ¿cuál es el mundo que se termina? Imagino que el tiempo que se acaba es ese donde Charly García llenaba estadios. Ahora hay que llenar vivos de Instagram. En el fondo, confieso, esta posición me parece un poco arrogante, la que nos hace pensar que lo anterior era “mejor” y listo, sin matices. Lo actual, en términos político-económicos, seguro que no es “mejor”, pero ¿cómo saber si lo que vendrá será aún peor o si va a ser algo superador a todo lo anterior? El pesimismo generalizado tiene que ver con la ausencia de fe, con creer que no hay una opción más viable que aquella que ya conocemos y nos tranquiliza.
10. En su imprecisión, en su “ensayo”, el Ensayo del fin del mundo da algunas certidumbres. No importa si afuera de las cuatro paredes de la sala el mundo se cae. Lo que sí importa es lo que pasa adentro, las certezas que pueda generar el movimiento. Moverse –bailar– es una forma de seguir funcionando en el barro. Es una resistencia contra el desánimo. No se trata de buscar garantías permanentes, sino excusas para salir de la cama. Un motivo para volver a probar algo, para intentar una cosa distinta, aunque no funcione del todo. Tener un faro para seguir y no darse por vencido. En el Ensayo del fin del mundo el norte es querer dar una batalla contra el tedio.
Ensayo del fin del mundo, de Florencia Werchowsky.
Duración: 60 minutos.
Intérpretes: Luciana Barrirero, Valentín Fernández, Iván García, David Gómez, Aldana Jiménez y Julieta Zabalza.
Funciones: viernes de mayo en Estudio Los Vidrios (Donado 2348, Buenos Aires).
Localidades disponibles acá.
Foto de portada: Alejandro Giuliani.