El Divo y el Visionario, una aproximación a la tragedia del arte contemporáneo
21-10-2024Para contar este drama y a través de él, iluminar posibles vías de transformación a la situación del arte en nuestra realidad contemporánea occidental, es preciso ir atrás en el tiempo, retraerse a ese punto de inflexión que es el surgimiento del romanticismo y el iluminismo (como dos corrientes contrarias a partir de las cuales se despliega este drama), a la época de las revoluciones a finales de siglo XVIII. Hasta este momento, las artes y la estructura social entera responden a un orden monárquico -teocrático y en este orden, a pesar de ya ser profundamente decadente, descansaban.
Aunque bien podemos rastrear en el renacimiento el surgimiento de las divas en el arte, en figuras como las de Leonardo y Miguel Ángel y cómo a partir de ellas se da esta inflexión en el arte sagrado, en el que la subjetividad del artista comienza a tener cada vez mayor preponderancia y cómo este fenómeno está relacionado con el surgimiento de una fuerte burguesía que comenzaba a desplazar el sentido del arte ya no solamente a lo sacro si no también a intereses claramente burgueses, el paisaje, los bodegones, la escuela flamenca, luego el barroco, etc.
En la consolidación iluminista del pensamiento científico, la idea aristotélica de la separación de objeto y sujeto, en la creencia de que hay una realidad natural separada del que la observa, se gesta esta tragedia. El pensamiento secular de occidente asienta las bases del irracional racionalismo, es una razón que se circunscribe a este dogma y niega el razonamiento lógico independiente. La verdad queda supeditada a esta idea, que no es otra cosa que la lógica de un poder bien definido. En ésta independencia revolucionaria de las coronas y el papado, en la crítica al dogma de la religión, nace el dogma de la nueva religión no-religión moderna, cientificista, iluminista, racionalista, vale aclarar que estamos hablando de un momento en el que el poder centralizado en Europa era totalmente patriarcal, colonialista, y la esclavitud como negocio gozaba de pletórica salud. Es aquí donde las artes se encuentran “liberadas” del poder hegemónico de la nobleza y la religión cristiana para ser lanzadas a un camino de experimentación en el que el Romanticismo tiene un papel clave.
Es en este momento histórico en que personalidades como Goethe en Alemania, o William Blake en Inglaterra beben de las fuentes de alquimistas, filósofos neoplatónicos y místicos, algunos de los cuales ya tenían influencias del hinduismo y otras visiones orientales, a partir de ellas se reivindica un saber ancestral que sienta las bases de una idea de filosofía perenne o de que todas las religiones y conocimientos ancestrales en realidad son una sola, pero con diferentes formas según épocas y culturas.
La figura de Blake como poeta y pintor místico, como artista visionario, nos da las claves de una manera de situarse en la práctica artística independiente de los poderes más allá del dogma religioso (de la época y geografía) o científico. Según Blake, la imaginación es la existencia humana en sí misma, es el mundo real y eterno de la cual este universo vegetal no es más que una sombra leve, a diferencia de la fantasía relacionada a lo fantasmático, espectral. El mundus imaginalis es el lugar donde la materia se espiritualiza y donde el espíritu se materializa, es el punto en el que vive el símbolo que surge del contacto de estos dos mundos. No se debe separar el yo de la naturaleza, el observador y el observado son lo mismo, pero ¿cómo alcanzamos esta certeza? A través de la imaginación, la imaginación es la clave. En vuestro seno se alberga vuestro cielo y vuestra tierra, aunque parezca estar fuera: se halla dentro, en vuestra imaginación.
Por lo tanto, el artista, a través de la base rítmica poética, es aquel que en este nuevo orden revolucionariamente cientificista, mantiene vivo el fuego del espíritu, uniendo a través del símbolo y la imaginación estos pares de opuestos en los que el pensamiento adolescente se polariza y exalta en la razón material.
Volviendo al tema de la LA DIVA, resulta conveniente recordar al maestro Goethe y a su Joven Werther. En Las penas del joven Werther, su primer novela semi autobiográfica, encontramos una profecía suicida y auto cumplida en la primera representación clara y exaltada de la idea del genio en el arte, podríamos decir que las estrellas de rock, del cine y de todas las ramas del arte replican esta figura madre en la que la exaltación del yo, de su independencia personal apasionada diera lugar a este Frankenstein moderno del genio artístico, cabe recordar que Werther se termina suicidando.
Tenemos entonces a estos dos artistas poetas que en los albores de la revolución industrial sientan las bases del rol del artista en esta nueva organización social. La del artista visionario y la del artista genio, que de alguna manera son punto de partida para el desarrollo posterior de las vanguardias en el arte.
En las décadas posteriores veremos movimientos en los que estos roles se fusionan y se distancian y también lo hacen con el paradigma cada vez más sólido de esta mirada empirista en la que la realidad se entiende como el objeto separado del sujeto y que sólo a través de los sentidos y la razón se conoce el mundo, desde esta creencia se profundiza una lógica de producción extractivista de los recursos naturales y de pueblos de menor desarrollo tecnocrático subyugados. Se puede decir que esta polarización del pensamiento occidental es diabólica entendiendo que diábolo significa separación en tanto que símbolo es unión, al negar la realidad del mundo espiritual y ese estadio intermedio que es la imaginación, se produce esta disociación y se acrecienta la tragedia. El progreso alza sus alas de humo de hidrocarburos y como un embrujo envuelve a la humanidad en una fe ciega. La realidad lógica del avance científico y técnico, cada vez dan menos lugar a la integración de un mundo espiritual, las culturas ancestrales son denostadas y entendidas como “primitivas”, la idea de trascendencia es desplazada solamente al ámbito de lo social, las vanguardias artísticas toman posturas en relación a los movimientos sociales y políticos y la esfera espiritual va siendo cada vez más desplazada, sucumbiendo de esta manera y sin saberlo, al embrujo materialista de la época. Hay una voracidad del conocimiento que surge desde todo lo que está fuera, lo que se percibe a través de los sentidos y de la “razón objetiva” generando una aceleración en los métodos productivos y de comunicación inusitada, sin medir el impacto o el balance con las otras realidades. La exaltación total alienante de la máquina, hace su paroxismo en el prepotente manifiesto futurista de 1909, por el poeta italiano Marinetti, en el que la guerra, la velocidad, la destrucción y el desprecio por las mujeres son glorificados. En esos años empiezan a emerger figuras de artistas, en el seno mismo de las vanguardias, como genios en los que los intereses personales de riqueza y gloria personal se pueden empezar a leer tan preponderantes como su obra, el ideal a seguir es cada vez más el del magnate y el científico y los artistas adoptan rasgos de éstos.
Si bien a lo largo de estos años siempre hubo contraculturas que son absorbidas y vaciadas de contenido cada vez con mayor celeridad por el aparato capitalista, no es hasta el trauma nuclear y la guerra fría en que vemos la muerte total de los ideales vanguardistas y la entrega de los artistas al nuevo dios que ya venía naciendo pero ahora es indiscutiblemente glorificado: EL MERCADO.
Vale reconocer que al mismo tiempo que toda esta tragedia se va profundizando, y nuestra protagonista, La Diva, consolidando como cortesana del nuevo dios MERCADO, se puede rastrear un linaje que desciende de este rol de artista visionario, cercano al brujo, al chamán o al mago que Blake tan bien representa. Artistas como Odilón Redón, Hilma Af Klint, Khalil Gibran, Moreau en el siglo XIX y en el siglo XX Leonora Carrington, C.G. Jung, Remedios Varo, Aldous Huxley, en la Argentina Xul Solar, por citar sólo a algunos de los que sostienen la llama encendida de las tradiciones ancestrales y simbólicas en el arte, que siguió reverberando hasta nuestros días.
Con la llegada de la guerra fría nos encontramos con el surgimiento del expresionismo abstracto norteamericano, “vanguardia” puesta en escena a través de la CIA por el estado de EEUU y sus transnacionales. En esa carrera contra la URSS que abarcaba todas las áreas del saber, había que ganarle al realismo socialista, no es ingenuo que se incentive una abstracción “libre” en contraposición al realismo socialista. Un fenómeno que ejemplifica muy bien cómo detrás de las tendencias artísticas occidentales están promovidas por los estados y las transnacionales y cómo éstas configuran el aparato de mercado en el que el arte se sostiene, marcando la agenda. Aparato en el que los museos ocupan el rol de legitimadores de estas tendencias políticas.
Luego vienen el arte pop y conceptual, más cercanos a las lógicas productivistas del capitalismo, nutriéndose de mecanismos provenientes de la cultura de masas y los medios masivos de comunicación y normativización, dándole paso al vigente arte contemporáneo y al surgimiento de divas pop en el arte como Andy Warhol en el norte o Marta Minujín en nuestras latitudes, entre tantísimas otras.
Así es que llegamos a nuestros días atravesados por una cultura en la que el arte y todas las áreas de la cultura, el personaje se transformó en algo imprescindible para la interacción, sobre todo comercial. Pareciera que en el ámbito del mainstream, la figura del artista no tiene otro destino que el de la Diva, personajes de nuestro imaginario pop contemporáneo, de artistas genios; rock stars y estrellas del cine y la TV alimentan, cimientan las subjetividades. Las divas cosificadas, marca registrada, que pululan por doquier, devenidas influencers parecieran en sus historias confirmar el patetismo que este modo cultural propone. Atrapados en una rueda que gira sobre sí misma en busca de la novedad, lo nuevo per se, con el peligroso olvido de nuestras raíces y el desdén y negación a lo que vino antes hasta soslayar la soberbia creencia de que las antiguas civilizaciones eran primitivas o extrayendo de ellas lo conveniente, vaciándose de contenido.
El arte contemporáneo, vale aclarar que no todo el arte contemporáneo, es una gran broma, una broma que se fue de tema, una broma que viene siendo demasiado larga y que allí todo es a base de discurso, la imagen en sí misma no dice prácticamente nada y hay que sobre intelectualizar demasiado el discurso para que aquello tenga sentido.
El olvido del anima mundis, del alma del universo, de la pacha mama y de todo lo que en ella habita, es el olvido de el mundo de lo imaginal, y la caída diabólica al embrutecimiento de nuestra cultura, Símbolo para unir, símbolo para recordar, el órgano de la imaginación es el del cuerpo del alma, es el corazón del alma, se trata de un recordar, de un volver al corazón como clave para una posible conexión con montañas, animales, árboles, ángeles, musas, daimones, hadas, alienígenas y otros seres interdimensionales para generar obras que operan la transformación desde lo simbólico en la realidad de esta alma colectiva.
Foto de portada: Xul Solar. Piai. 1923. Acuarela sobre papel. Colección Museo Nacional de Bellas Artes.