Artes visuales

Vueltas por el universo Canvas

22-02-2024
Vueltas por el universo Canvas

Qué difícil es escribir sobre lo que no se entiende. Pero lo que es bien raro es desear hacerlo. Muy diferente a esas veces en que ves el trabajo de unx artista, o escuchás un disco, y aparece una especie de intensidad creativa que, en el mejor de los casos, dará lugar a un punteo o borrador  que después de mucho o no tanto trabajo se transformará en un texto. Ver la obra de Nacha Canvas fue diferente, porque me sentí totalmente desorientada al mismo tiempo que me surgía un impulso de escribir. A veces es necesario escribir para encauzar el pensamiento. 

Me parece linda esta idea de que, aunque algunxs artistas tienen ideas o sentimientos que lxs arrebatan y entonces hacen obras, hay otrxs que lo que quieren es aprender técnicas u oficios como, no sé, el dibujo con granito, la carpintería, herrería o cerámica. La investigación de Nacha Canvas sobre lo material es tan exhaustiva que no me sorprendería que en unos años la obra se convierta en la construcción íntegra de una casa, con cañerías e instalación eléctrica. O una montaña de hielo. Por eso, más allá de los diferentes temas que aborda, lo que se insinúa es que el material está guiado por una especie de curiosidad. La curiosidad es valiosa porque además de mover cosas siempre guarda una pizca de inocencia. 

Me animaría a decir que si sobre algo descansa la retórica sobre cierto arte abstracto que borra consciente o inconscientemente cualquier connotación o rastro del artista como individuo, es la idea de los ilimitados significados. Y esto lo digo porque el contexto en el que vi por última vez el trabajo de Nacha, antes de una última visita al taller, fue en una clínica de obra que compartimos. Y ahí pude ver por primera vez una gran y variada cantidad de obras suyas. Pero por el contexto, también escuché las devoluciones que unx a unx le iban dando sus compañerxs, que sentadxs en el piso, formaban un círculo. Ahí empezó aquel ejercicio típico de las clínicas de obra donde las devoluciones suelen comenzar con frases como “yo pienso que…” y “esto me hace acordar a…”. Aparecían referencias del tipo Jurassic park, Alien, y otras cosas como fantasías distópicas. Y así pude ver, una tras otra, como cada hipótesis era, no diría rechazada por la artista, pero definitivamente tampoco aceptada (aunque con extrema amabilidad). Era divertido casi. Pero ¿por qué nadie daba con una referencia del todo acertada? Siempre estamos persiguiendo el significado. Un vicio agrio.

Estas esculturas las entendí menos pero me atrajeron particularmente a pesar o quizás por aquello a lo que no conseguía acceder. Lo que sí confirmé es (algo que intuí cuando vi las obras anteriores) cierta presencia de un espíritu cartoon. Una fluidez agradable gracias a la incorporación del hierro, que, paradójicamente, otorga la posibilidad del movimiento a algunas obras y que a la vez forma líneas expresivas. El hierro como dibujo en el aire.  Este era un deseo que Nacha Canvas había expresado en alguna conversación, poder incorporar algo de sus dibujos a las esculturas. Justamente esas líneas me hacen acordar a los borradores de los dibujos de Mickey Mouse. Y en general a cómo está señalado el movimiento en las historietas. También me acordé de algunos pokemones. Las esculturas se volvieron más amigables de alguna manera.

Para aliviar la distancia con la escultura como disciplina y para entender algunas tradiciones, me propuse estudiar un poco sobre la historia de la escultura contemporánea. Después de mirar un rato la biblioteca encontré un texto de Diedrich Diederichsen sobre unas esculturas de Paul Mccarthy que no tienen nada que ver con estas pero me gustó una idea que era algo así como que una escultura evidencia las huellas del trabajo que se hizo sobre ella pero que lo importante no es el resultado final sino como esconden una temporalidad oculta. A su vez la idea de la temporalidad oculta me hizo pensar en el trabajo asalariado y en una charla que escuché por youtube que se llamaba “Esa cosa muy extraña llamada mercancía” en la que especialistas en teoría marxista conversaban y en un momento un chico habló de que para Louis Althusser la ideología no es algo ideal, no está en nuestras mentes o en nuestras almas sino que la ideología es material y está en lo que hacemos. Todo esto a la vez me hizo acordar a lo que señala Oscar Masotta cuando habla de Rogelio Polesello. Dice que Polesello usa un overol y un soplete para trabajar, arbitrariamente, como un obrero metalúrgico. Y lo que dice Masotta es que esa contradicción, bueno, aparece pero no es culpa del artista sino de la estructura social en la que aparece y que “solo se podrá terminar con aquellos impases cambiando en su raíz misma la estructura”. Y eso es algo que por alguna razón también pensé cuando visité el taller de Nacha que funciona arriba de donde funciona su marca de productos de cerámica hechos a mano que hace poco decidió dejar para dedicarse más a sus obras. Ella también usa herramientas y overoles.

Antes de despedirnos Nacha me adelantó que en el medio de la sala habrá un cuarto con ventanas a través de las cuales se podrá mirar pero sin poder acceder. Me pareció bien, como si estuviese ejerciendo algún tipo de control sobre lo que se puede y lo que no, una ambigüedad que estaba en las últimas esculturas que no se sabía hasta dónde se podía interactuar. También me dijo que quería probar ponerle ojos a algunas de las esculturas. Habrá que ir a ver la muestra. Al fin y al cabo las galerías habilitan a las cosas a ser ellas mismas. Quizás lo que hay que hacer es dejar a estas esculturas en paz. Quizás debería dejarlas vivir auténtica y completamente. Pero… ¿Qué se hace con todas las hipótesis descartadas? ¿Qué se les puede decir a todas esas ideas inútiles, más que decirles que nunca existieron? 


Foto de portada: Nacha Canvas.