Artes visuales

Un recorrido abismado

06-05-2024

Por: Florencia Böhtlingk

La artista Florencia Böhtlingk recorre las exhibiciones de Emilio Renart, Gustavo Marrone y Verónica Romano que se encuentran en la Colección Fortabat. Un viaje por diferentes estéticas, estilos y delirios.

Un recorrido abismado

¿Cuál es la cualidad sine qua non de una obra de arte? No de un artista, sino de la obra en sí. Porque en este caso, de Emilio Renart no sé nada, no conozco ni su cara y creo que tampoco he visto una foto suya.

Apenas entro a su retrospectiva en la Colección Fortabat ya no soy dueña de mí, me arrastra la corriente de lo palpable. Esos trazos finitos que parecen pelos de partes íntimas se emparentan mucho con lo que en los noventa era furor: lo abyecto. Sus dibujos se parecen a una pierna de cera de Robert Gober. Y entonces, ¿cómo un elegante artista de los sesenta se da la mano con la escena noventera neoyorkina? ¿Cómo lo cósmico llega a ser abyecto? ¿En qué momento vira la aguja y cambia el sentido? Supongo que se lo debemos a esa cualidad que, creo yo, es el misterio.

El origen del mecanismo de estas obras se empieza a develar en unas pequeñas tintas de insectos, escarabajos. De ahí esa rareza alienígena, esos caparazones que no nos animamos a tocar. Porque si el paisaje es lunar, hay como navecitas o cuerpos habitándolo. Allí está la clave de por donde explora lo desconocido. Que en su caso podría ser lo erótico, si el psicoanálisis en su época era lo caliente, lo nuevo. En ese sentido, la escultura que abre la muestra es como una patada al inconsciente. Tan gráfica, tan burda, pero a la vez tan misteriosa.

Luego, las tintas. Muestran unos seres en negro, oro y ceniza. Al principio parecen tan sexuales y después se transforman en posibles nidos de aves, desarmados por el viento. La aguja vira hacia otro lado. Este ángulo más poético me calma y puedo seguir con el recorrido. Me pierdo en las técnicas mixtas con la magia del cómo fue hecho, que queda oculto como contribuyendo a su fama. Miles y miles de trazos forman la perfecta atmósfera de Marte. Que empecinado es el gesto de Renart, que metido en ese mundo que encontró y no pudo soltar.

Valiente, me meto en el túnel y ya no puedo más. Camino alrededor de minúsculas bellezas. Cada una de las esculturas, un mundo. Al oro y negro se le suma el azul eléctrico y algún rojo. Agujeros, edificios, armaduras, pelos siempre pelos, trato de captarlas mientras corro a la escalera y subo a ver a Marrone para bajar un poco.

Fue inútil, con el título Ideológicamente inestable ya me vuelve el frenesí y devoro la muestra de este artista, no lo puedo evitar, es vibrante. Podría describir las obras pero mejor vayan a verlas en vivo, no se pierdan esos dibujos tan viscerales, esas contorsiones lógicas del amor. En un cuadro aparece escrita “La Impostura”, el slogan de los ochenta. “Acechar”, en otro cuadro, el miedo de hoy. Parece que le brota siempre la palabra que resume la época, el discurso logrado.

De vuelta salgo agitada, al salir entro a la sala de Verónica Romano y el oro de sus cuerpos o la silueta en el piso me devuelven un poco la calma de lo formal, de lo que ya sabemos y se muestra. Verónica, la maga de la materia.

Entonces yo, que entré al Fortabat como ”haciendo los deberes” salgo cargada de adrenalina y preguntas como si me hubiera subido a una montaña rusa. Saludo al arte con respeto porque todavía lo logra.


Alienígena, de Emilio Renart, con curaduría de Sebastián Vidal Mackinson se puede visitar hasta julio en la Colección Fortabat (Olga Cossettini 141).
Esto no termina más. Ideológicamente inestable, de Gustavo Marrone, con curaduría de Nicolás Cuello y Roberto amigo, estará disponible hasta el 30 de junio.
El cuerpo en escena, de Verónica Romano, con curaduría de Ana María Battistozzi, también se puede visitar hasta el 30 de junio.


Foto de portada: Emilio Renart, Sin título, 1969, técnica mixta sobre papel, 55 x 75 cm.

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