Colm Toibin, escritor irlandés, conoció a Borges en Dublín, en ocasión del centenario del nacimiento de Joyce, al que el escritor argentino fue invitado. En ese encuentro, su tarea fue sostener el grabador mientras Francis Stuart y Borges conversaban.
En 1985 visitó por primera vez la Argentina casi sin intenciones de hacerlo, casi de casualidad, usando el dinero de una indemnización para un viaje por América Latina que culminó en Buenos Aires. Dice que llegó un viernes y el lunes siguiente estaba acreditado como periodista extranjero para cubrir el juicio a las juntas militares. Fue a la ópera, al Yacht Club de San Isidro y caminó por la calle Lavalle.
Años más tarde, en 1991, la revista Esquire le comisionó un largo artículo sobre Diego Maradona. Toibin viajó a la Argentina por segunda vez. Fue a Villa Fiorito, paseó solo por la ciudad. Releyó la obra de Borges y nunca estuvo fuera de Buenos Aires y sus márgenes.
Luego de la publicación de su novela Crónica de la Noche (Emecé, 1997), Toibin dijo que su intención era escribir una historia gay en una sociedad en la que ser gay fuese problemático (Irlanda, Argentina), en una época en la que florecían las novelas de liberación sexual en sociedades más amables para ello, como Estados Unidos.
En esta novela de 1997, los gays aman para siempre y los heterosexuales son incapaces de fijarse en relaciones predominantemente monógamas. Toibin dijo en una entrevista respecto a la identidad gay: “La mayoría de los gays saben lo que es la invención y la reinvención y sentirse solos y desconectados. Me parece que uno puede jugar con este nivel de alienación y disociación utilizando un protagonista gay”.
Intentando esquivar los estereotipos –tal vez el único observable es el del chico gay obsesionado con su madre– en la novela no aparecen en ningún momento las palabras “tango”, “macho” ni “Evita”. Y sin embargo retrata el continuo entre dictadura y aquello que vino después con una incomodidad muy argentina. Todos los personajes parecen levantar los hombros en señal de desentendimiento, con la sensación de que la tragedia es inevitable, que ya pasó y que vuelve a pasar todo el tiempo.
Richard, el protagonista, hijo de madre inglesa que emigró a la Argentina pero nunca pudo olvidar su patria, avanza socialmente gracias a contactos y amigos que hizo en su trabajo como traductor y profesor de inglés. Con esa característica de las historias del Siglo xx, un día conoció a alguien en una cena y este le dijo “te veo el lunes”.
El protagonista atraviesa la dictadura casi sin enterarse de los desaparecidos, de cuya existencia se entera en un viaje por Europa donde conoce a exiliados de la dictadura chilena. La vuelta a la democracia no representa un cambio de paradigma sino la continuación de la expoliación nacional por otros medios.
Luego conoce a unos agregados de la embajada norteamericana -suponemos que son agentes de la CIA; algo arrepentidos del trabajo que habían hecho en el Chile allendista- que lo ponen a trabajar como intermediario entre ávidos inversores extranjeros que venían a estudiar la viabilidad de las privatizaciones y miembros del aparato institucional argentino. Idas y venidas sobre ventas de empresas que se dirimen en cenas letárgicas en casonas de la zona norte.
Mientras tanto, Richard se enamora, coje con cualquiera, se arrepiente y reconfirma su amor con Pablo, su novio. Conoce el flagelo del SIDA por sus amigos estadounidenses que vienen desde San Francisco escapando de lo que ya conformaba una epidemia. Más tarde él también se infectaría.
Pareciera haber dos interpretaciones posibles para este texto: la de una historia gay en una sociedad represiva, y la de la historia de un país en decadencia que se cuenta mientras transcurre la vida de las personas que lo habitan, como en En otro orden de cosas de Fogwill o Historia del Dinero de Alan Pauls.
Todas las historias que se cuentan parecen subtramas de una trama mayor de la que nadie es nunca responsable. El mismo Richard es un personaje secundario del avance somnoliento de la historia del país. Una idea de destino.
Crónica de la noche de ColmToibin (Emecé, 1997).
Foto de portada: “Misty and Jimmy Paulette in a taxi, NYC”, Nan Goldin.