Cuando se estrena una película de Yorgos Lanthimos, las alternas (modernes, distintas, rarites, etc.), tenemos una buenísima excusa para armar un plan: quedar para verla con otras amigas alternas, salir con el chongo, o desconectar la mente cuando hay problemas de cucarachos. Para esto, sus películas son efectivas porque, por un lado, desde el punto de vista narrativo, el enunciador busca que nos identifiquemos con las peripecias de los personajes, o como dicen por ahí, apunta a que nos metamos dentro de la película. Por otro lado, su cine trabaja con puestas en escena visualmente muy atractivas, desde el trabajo de colorimetrías hasta la predilección por encuadres estetizados.
Poor Things continúa una línea temática que caracteriza la filmografía de Lanthimos. Desde su primera película Kynodontas (2009) hasta The Favourite (2018), Lanthimos construye narraciones sobre la evolución de personajes peculiares: sean fríos, maquiavélicos o se encuentren confundidos, estos intentan integrarse (o desean conocer) un mundo que los rechaza por una determinación a la que se ven sometidos. Sin embargo, desde la puesta en escena, Lanthimos se ha alejado de los planos minimalistas y clínicos que reconocíamos en sus primeras películas. Como en el caso de su película anterior, The Favourite, ha optado por encuadres mucho más saturados, escenografías barrocas, uso de lentes ojo de pez y decisiones de vestuario que parecen más orientadas hacia lo Fashion. Independientemente de los motivos de este cambio, ya sea un aburguesamiento, una demanda industrial o un interés personal, Lanthimos parece estar inaugurando un nuevo capítulo en su filmografía: con tramas narrativas más sólidas y dejando atrás ese aire casi nihilista que caracterizaba sus primeros largometrajes. En Poor Things vemos a un Lanthimos más humanista, esperanzador y con un humor más evidente.
La historia gira en torno a la evolución de Bella Dexter, una joven inglesa que vive con el prestigioso doctor Godwin Baxter en una Londres steampunk futurista de finales del siglo XIX. La narración, que cuenta con elementos del Coming of Age y la ciencia ficción, parece construirse a partir de una hipótesis científica bastante provocativa. ¿Cuáles serían los resultados y las cuestiones éticas que surgirían de esta? Lanthimos decide situar el contexto de la historia en un pasado donde se ha cuestionado un pensamiento científico positivista decimonónico imperante en occidente. Con esto, parece ofrecernos una distancia temporal que genera discusiones bastante acaloradas entre los espectadores.
Un año después de la repercusión de Barbie, un hartazgo por parte del público hacia la politiquería de lo correcto que abunda en el cine de los últimos 10 años, y una derecha cada vez más reaccionaria ante la incorporación de identidades disidentes en producciones industriales, Poor Things se ha vuelto una de las películas más discutidas de lo que va de este año. Photodumps y tiktoks aparecen en nuestros feeds con diversas lecturas y opiniones sobre la película. No paramos de hacer scroll en los hilos de Twitter que se generan. Poor Things es un ejemplo de una capacidad del cine, algo que parecía estar perdiendo: afectar de algún modo la vida cotidiana del público, y generar discusiones sobre diversos temas sin censura.
El fenómeno que resultó de Poor Things (visto de forma exponencial en el 2022 con Barbie de Greta Gerwig) nos recuerda que la experiencia del cine no se limita únicamente a lo que sucede mientras miramos una película, sino que también incluye todo lo que se genera dentro nosotres, como espectadores, cuando salimos de la sala. Cuando volvemos a casa y hablamos con nosotres mismes, cuando vemos las imágenes proyectadas impregnadas en nuestra mente, o cuando nos reunimos con les otres y discutimos nuestro disenso.
Foto de portada: frame de Poor Things.