Hacía décadas Win Wenders no mostraba nada de Japón. La última vez fue en 1985, cuando estrenó Tokio-Ga, un documental en el que rinde homenaje al cine de Yasujiro Ozu. Ahora, el director alemán vuelve a hacerlo con Perfect Days, una obra que escribió junto al guionista y productor japonés Takumi Takasaki.
En la primavera del 2022, durante una visita a Japón, Wenders conoció los baños públicos que diseñaron reconocidos arquitectos (Kengo Kuma, Shigeru Ban y Tadao Ando, entre otros) con motivo de los Juegos Olímpicos de 2020, postergados por la pandemia. Estas instalaciones que sobresalen entre los árboles de varios parques de Tokio se convirtieron en el disparador perfecto para su nueva historia que rodó en tan solo 16 días.
En Perfect Days, el protagonista es un hombre que trabaja limpiando baños públicos en Tokio. Todos los días, Hirayama (Koji Yakusho) se levanta muy temprano, cuando el sol aún no salió, riega sus bonsáis, pone una moneda en una máquina expendedora que le sirve el desayuno, maneja en silencio a su lugar de trabajo mientras escucha música, limpia minuciosamente cada baño, almuerza en un parque al aire libre, vuelve a su casa y lee hasta dormirse. Vemos la misma secuencia una y otra vez.
Todos los días parecerían ser iguales, pero no. Algunos eventos obligan al protagonista a tomar pequeños desvíos en su rutina: un favor a un adolescente torpe que trabaja con él, la visita de una sobrina a quien no veía hacía años, una conversación de borrachos en el borde de un puente. Y sin embargo, estas interrupciones no transforman demasiado los días de Hirayama, que sigue eligiendo hacer siempre lo mismo sin dejar de sentir satisfacción en cada acción que repite.
Hirayama nos hace pensar en Paterson, el protagonista de la película con el mismo nombre del cineasta estadounidense Jim Jarmush, que todos los días conduce un autobús, lee y escribe poesía. Ambos avanzan con calma, imperturbables, mientras contemplan la belleza de lo ordinario. Sus sonrisas sutiles, que parecen casi inocentes, nos recuerdan que hay satisfacción en la sencillez.
De muchas maneras, Perfect Days habla de eso. La música que escucha Hirayama y que escuchamos nosotros no es aleatoria. Suena Perfect Day, de Lou Reed que, podríamos decir, habla de la búsqueda de la felicidad en los pequeños momentos. Y si escarbamos un poco más, encontramos una referencia menos evidente: Wenders incluye música de Van Morrison, que en los noventa lanzó Day like this, sobre encontrar placer en los momentos más simples.
Hirayama es un nostálgico. Maneja una camioneta vieja, saca fotos con una cámara compacta que revela los fines de semana, lee libros vde bolsillo de segunda mano y escucha cassettes. Los años sesenta y setenta se cuelan en el Tokio de baños inteligentes, impecables y modernos, a través de la música que escucha el personaje: The Velvet Underground, Patti Smith y Nina Simone, entre otros artistas de esa época.
Los días se acaban cuando Hirayama se duerme. Entre día y día aparecen imágenes en blanco y negro que remiten a las fotos que saca el protagonista con su cámara compacta en la hora del almuerzo. Son imágenes de copas de árboles, fundidos largos que recién logramos entender en los créditos, cuando el director muestra la definición de “komorebi”: “En japonés [komorebi] se refiere al brillo de la luz y las sombras que crean las hojas que se mecen con el viento. Sólo existe una vez, en ese momento”. Esta vez Wenders nos lleva a Japón para recordarnos que cada momento cotidiano es fugaz y sagrado, que no tiene sentido perdernos en la búsqueda de lo extraordinario. Sólo necesitamos observar con atención para ver lo único de cada instante.
Foto de portada: frame de Perfect days.