Perspectivas de un arte errático
16-08-2024Por: Matías Medeler
Mat Medeler realiza una serie de apuntes a raíz de un primer acercamiento a Avatares del Arte Rata en Hipopoety
1. Una ratita se mueve al ras de lo que nosotros consideramos el suelo. Si la perspectiva lineal inventada en el Renacimiento codificó de manera abstracta una espacialización humanizada del cosmos, la perspectiva de una rata nos descentra, revelándonos que somos una zona parcial de las infraestructuras de otras especies. Los muebles se agigantan. El reverso de una cama se hace un cielo. Un hueco una casita. Se trata también de una perspectiva, pero no como planificación y proyección sino como relación inmediata, improvisada, estratégica con un espacio. Y especialmente con sus residuos. Una perspectiva residual.
2. Los antiguos mamíferos prosperaron escondiéndose. Siempre alertas, moviéndose contra las paredes, escapando de predadores despiadados. De esos remotos roedores provenimos. Un ímpetu impredecible, cambiante, que hace de cualquier estructura ocasional su madriguera. Pensar en las ratas es pensar en el hacinado tumulto de la vida moderna, pero también es pensar en nuestro pasado más arcaico, una época de marginalidad en la cadena alimenticia, de ávido rebusque y sigilo. Un arte de rata, un arte errático.
3. Ser rata es una expresión que designa tacañería y miserabilidad. Las ratas tienen una relación muy particular con la plata. A cambio de un diente te dejan dinero, estableciendo la primaria forma de educación comercial de los niños. Porque las ratas tienen una enigmática atracción por el calcio. Las ratas son, junto y gracias al ser humano, el mamífero de mayor distribución planetaria. En épocas de recesión las ratas proliferan, desesperan, se vuelven especialmente ávidas: durante el contractivo y sombrío 2024 el banco Galicia hizo de una latosa rata el intercesor mediático de sus especulaciones prestamistas, infiltrándose en cada intervalo de YouTube. La sociedad tiene una relación ambigua con las ratas. Las detesta, les teme, pero también las mediatiza sin cesar en amables caricaturas. Durante muchos años los niños argentinos fueron a dormirse con el beso telemático del Topo Yiyo. Una rata amorosa en el inconsciente onírico. Mientras por debajo ocurrían los horrores. Las ratas operan con los restos diurnos de la ciudad. No se sabe muy bien qué hacen con los desechos de la vida útil y para qué los quieren. Son, en ese sentido, como los artistas.
4. Una de las cosas más lindas de hacer y visitar muestras es que nos revela otras ciudades dentro de la ciudad. Como si, plegada sobre sus propios huecos, Buenos Aires revelara un entretejido de guaridas, las zonas ocultas de su imaginación impersonal. En el subsuelo de Hipopoety, durante julio de 2024 y durante un invierno particularmente hostil, Delfina y Lulo montaron Avatares del arte rata, una conjunción de 25 artistas unidos por la transmisión viral de un devenir rattus. La instalación usó a su favor las cañerías, la humedad, la cerrazón asfixiante de lo subterráneo. Lo mejor de esta muestra es que nos hace sentir como una rata. Moviéndonos a través de una madriguera de cartón.
5. El marrón es el color de lo despreciado. Ningún otro color lleva sobre sí la intensidad semiótica de sus injustas significaciones políticas e históricas. Es el color de las ratas. De la mugre. Del cartón, el más reutilizable y móvil soporte gráfico de la sociedad. Con cartón se envasan y transportan las cosas, se hacen frágiles casas transitorias para las mercancías. Los artistas se han vuelto rata en esta exhibición, como en una telepática y contagiosa degeneración. Adoptaron hábitos bruscos y extraños. Encontraron repentinas utilidades a las acumulaciones obsesivas de sus talleres. En un año de extrema recesión, oportuno para pensar cómo subsistir a toda costa. Un antiguo, perfeccionado, insoportable oficio. No es necesario recordar que la historia de nuestro país consiste en sobrevivir con escasos recursos monetarios. Argentina se fundó y se nombró sobre el anhelo de la plata; constantemente se funda y se funde. Comenzamos a independizarnos ya en deuda, perdiendo las minas del Pacífico. Un país con nombre de metal precioso sobre un río marrón. Hijitus, el super héroe nacional, era un niño andrajoso que vivía en un caño. Una dudosa etimología, inventada por una leyenda porteña, plantea que la expresión atorrante viene de la marca de las cañerías donde vivían los linyeras: A. Torrant. Continuo marrón circulando en las cloacas.
6. Roer es cortar minuciosamente con los dientes. Trazar un microscópico tapiz de huecos. Es lo que hacen las ratas. Una nutrición vertiginosa, apurada, algo paranoica. Como en el inicio del hilo conductor de la guarida que se montó en Hipopoety, hay una obra de Yente, una de las últimas. Un hermoso retrato de tonalidad marrón, entretejido de manera frágil y discontinua, un pulso de curvaturas detalladas y roídas. Una inmersión marrón sobre la que se derraman, desprolijos e intermitentes, los colores de la bandera. ¿Bajo qué extraña inspiración errática estaba Yente cuando hizo ese corroído tesoro del submundo? Como a un residuo, se le ha encontrado su afinidad póstuma e incesante. Lo que a nosotros nos parece un desorden, es una forma de orden para otros seres. Y es preciso roer la tela para hallar el hilo que nos guía en los laberintos.