¿Quién es ese gaúcho?
19-07-2024Por: Imanol Subiela Salvo
Un compilado de preguntas e ideas, que surgen después de un show de Guacho Bleu, sobre la escena actual de la música, los temas que aparecen en las canciones de las nuevas generaciones y cómo se relacionan con la tradición.
1. Hace muchos años, un amigo y yo usamos una hoja del Nuevo Testamento para armar un porro. En el pedazo de papel que sobró, estaba este versículo de la Biblia: “Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo”. Desde que alguien escribió eso hasta la actualidad pasaron unos cuantos siglos. Hoy, que en teoría todo esta dicho y todo está hecho, ¿cómo hacer para decir o escuchar algo nuevo? Nuestros días son el fin de la novedad –y del mundo–, pero hay pequeños soldaditos que se resisten, como los nenes que no quieren tomar un remedio feo, e intentan ofrecer alguna cosa diferente. Entre esas tropas está Guacho Bleu. Creo. No, mejor: elijo creer.
2. Si la novedad no existe, si es imposible crear “algo nuevo”, ¿qué se puede hacer, además de ver películas? Hoy, lo nuevo es lo distinto. Como no se puede inventar nada, hagamos lo de siempre pero diferente. Guacho Bleu es diferente. El horizonte de expectativas es que un chico de su generación sea trapero, pero él es otra cosa; una mezcla de rockero sad que le suma soniditos pop a un puñado de canciones que oscilan por diferentes géneros: música indefinida.
3. En el fondo, todos somos un poco conservadores. Atrás del velo progresista, hay un libertario en potencia. Por ejemplo, cuando escuchamos algo nuevo –o diferente– lo primero que queremos saber es a qué género pertenece y qué música hace cada artista desconocido que se aparece. No soportamos no encasillar. En este sentido, el mundo de la música es más conservador que, por ejemplo, el mundo de la literatura, escena que ya abandonó los géneros hace rato –como mucho se discute si una obra es una novela o una antología de cuentos, pero todo el resto da igual–. En literatura ya ni siquiera importa si lo que se escribe es ficción, no ficción, terror, fantasía y etcétera, etcétera. Entonces, retomando, lo que Guacho Bleu hace está más cerca del mundo de la literatura que del de la música. No hay categorías cien por ciento cerradas para poder encasillar a las canciones que este chico está tocando ahora, en esta salita under de Scalabrini y Córdoba. Supongo que el afán por querer taggear canciones, discos y artistas tiene que ver más con una necesidad de mercado que con un interés creativo o artístico. En fin, Guacho Bleu hace música.
4. Hace poco más de un mes fui a otro show suyo. En ese momento, escribí que la sensación que había quedado en mi mente, después de escuchar su primer disco, Pepsi fría & antiácidos, era que él hacía un trap soft. También dije que me quedó esa impresión por sesgo y por vago, por no haber prestado mucha atención, y que al verlo en vivo por primera vez descubrí que el Guacho Bleu es como una versión de Los Socios del Desierto, pero con Wi-Fi –le comento esta teoría a mi amigo Mariano, que está en el show conmigo–. La relación con ese proyecto de Luis Alberto Spinetta es clarísima: usar la energía del rock para no hacer estrictamente rock. El segundo disco de Los Socios del Desierto, Los ojos, es un álbum de un power trío rockero haciendo un popcito sensible. Guacho Bleu podría ser el cuarto socio del desierto. Si bien no podemos hacer nada nuevo, no podemos inventar la rueda otra vez, sí podemos sumarnos a la tradición y entrar en la secta de los que gritan ¡cheques! ¡cheques! ¡cheques! ¡cheques!
5. Para tirar un poco más del hilo de la tradición, es muy bueno el juego de palabras que hay entre: “guacho”, “gaucho” y “gaúcho” –este último término es la traducción al portugués del segundo–. Gaúcho es el EP que sacó este artista el año pasado y que reversionó este año. En ese juego de palabras hay una conversación entre el barrio de donde este chico salió –Ramos Mejía–, un pasado criollo –hecho de mates y rebenques– y un país latinoamericano. Mientras que casi todo el mundo mira para Estados Unidos y Europa, este chico mira hacia el conurbano y hacia un país limítrofe.
6. En un momento de la noche aparece la crisis y Guacho Bleu le agradece al público haber comprado los tickets de la fecha, a pesar de la situación económica de la Argentina. No suena demagógico, más bien todo lo contrario; está siendo muy honesto. Hay una canción suya de 2020, “Pizza al corte”, que ya hablaba de la crisis antes de que la crisis sucediera. Apenas empieza la canción, la letra dice: “Ya no te alcanza más el sueldo para toda esa droga, / anestesia, terapia, pastillas, talleres, suscripciones en verdes”. Esta es una marca de época, un tema generacional. Los que nacimos en los 90 hablamos de plata porque no la tenemos y porque nuestra posibilidad de ascenso social –o la posibilidad de ganar dinero– se vuelve cada vez más difusa. Crecimos con las mieles del kirchnerismo y ahora habitamos el derrumbe de esa ilusión de progreso. Nos hicieron creer… bla, bla, bla.
7. Coincidencias generacionales. En la primera canción de Affaire, el último disco Mailen Pankonin, la música canta: “El sueldo no me alcanza / para nada / pero tengo mucha imaginación / todavía. / Todo está / tan caro / que se te nota / en el descontento / de tu cara”. La canción en cuestión se llama “Billetes” y, al igual que “Pizza al corte”, señala el mismo problema: no hay plata. Sin embargo, las dos canciones proponen una actitud activa ante el desastre. “Vamos a quemar / los cajeros y / construir un parque de diversiones”, dice Mailen; “Hoy te saco del agujero / pizza al corte, coca zero / Quilmes fría en Niceto / esta ansiedad está anticuada”, dice Guacho Bleu. Dos niñitos asistiendo al fin del mundo mientras hacen canciones para poder funcionar en el barro. El barro: la república Argentina.
8. Hoy en día, quienes representan a la tradición no pueden hablar de la crisis porque les queda muy lejos: sus representantes son millonarios. Fito Páez no puede hablar de que falta plata en la calle porque está lleno de guita. Calamaro, menos. Y Conociendo Rusia tampoco, aunque sea jovencito y no sea “la tradición”, simplemente porque es un cheto.
9. En un momento del recital Odd Mami se sube a cantar el tema que grabó para Gaúcho2, “Daigo parry”. Un dato de color: ella, Helena, fue alumna mía hace unos cuatro años. Mientras Guacho Bleu sacaba su disco debut, ella intentaba ser periodista y me tenía a mí como profesor. Me gusta el revés del arco narrativo y me gusta verla en el escenario, le queda mucho mejor que la pantalla de Zoom en la que nos conocimos durante la cuarentena.
10. Un final amoroso porque estoy enamorado. En mi cabeza Joaquín es más frágil que yo. Tengo esta idea porque cuando camino piso fuerte, mientras que él parece flotar. Pero ahora que lo veo haciendo pogo, recibiendo codazos y patadas, pienso que no tengo razón. Mientras yo estoy cómodo en el fondo, con mi cerveza en la mano, él está en el medio del bardo, en el centro de un caos contenido que siempre trato de evitar porque me da miedo la sobreexcitación ajena. Supongo que debo estar equivocado, como casi siempre, y que él es más sólido de lo que puedo imaginar. Necesitaba un recital con guitarras eléctricas distorsionadas y gente saltando para darme cuenta.
Foto de portada: “Cuchillo y tanga haciendo juego”, Valentín Demarco.