El pasado en el presente
26-09-2024Por: Melina Ayude
En su última película, titulada La Practica, Martín Rejtman incluye numerosas referencias a sus producciones anteriores. En esta nota, Melina Ayude va y vuelve por la obra de este director y escritor para entender su manera de construir ficción.
¿Llegaremos a ver un nuevo nuevo cine argentino? Me pregunto esto después de ver La práctica, la última película de Martín Rejtman que -al igual que una ruptura amorosa- me llenó de preguntas y también de nostalgia. En La práctica Gustavo y Vanesa son profesores de yoga y, después de separarse, tienen que reformular el vínculo. A la incomodidad de la separación se le suma una lesión de rodilla que acompaña a Gustavo durante toda la película.
Varias décadas después, todavía hay mucho del impulso del cine que nació en los 90 en casi todas las películas argentinas: narrativas minimalistas, personajes comunes, la constante búsqueda de mostrar nuestra identidad. ¿En qué momento se rompe lo anterior y se crea algo nuevo? ¿Nadie aún tuvo una brillante idea diferente o son las expectativas del público las que hacen que sigamos viendo el mismo tipo de películas?
Este año se cumplieron 25 años del estreno de Silvia Prieto, la película de Rejtman que está incluída en la lista de las 100 mejores películas del cine argentino y que tuvo su reestreno en el Gaumont este mes. La muerte de Rosario Bléfari, la protagonista de Silvia Prieto, provocó un redescubrimiento de su legado artístico como música, escritora y también como actriz. Empezamos a ver remeras de Brite, se editaron libros que no había publicado y algunas canciones de su disco Estaciones (2005) volvieron a aparecer en las playlist de Spotify. ¿La extrañamos? ¿Consumimos eso para mostrar al resto nuestra identidad cultural alternativa? o ¿todo tiempo pasado fue mejor?
Conocí a Rejtman cuando estudiaba periodismo en TEA. Una profesora puso Velcro y yo dentro de las lecturas obligatorias y, de pronto, tuve un nuevo escritor favorito. Antes de ver sus películas, leí sus libros: Velcro y Yo, Tres cuentos, Rapado, Literatura y otros cuentos. En ese orden. Después seguí con su cine. Vi todas las cosas que hizo, pero no me acuerdo en qué orden. Estoy casi segura de que primero vi Rapado, su primer largo estrenado en 1996.
Como leí sus libros antes de ver sus películas me di cuenta que los personajes hablaban a la misma velocidad y con el mismo ritmo con el que yo los leía. Y también descubrí que todas las acciones que realizaban eran sin juzgarse: no se cuestionan las decisiones, no hay juicios de moral. Cuando un personaje realiza una acción el resto la acepta sin sorprenderse ni cuestionarse.
Estuve leyendo qué dijeron otras personas sobre la obra de Rejtman y me sorprendió que muchos eligieron la palabra “apatía” para referirse al modo de actuar de los personajes de sus libros y sus películas. Jamás lo había pensado así. Es más, me parece horrible pensarlo así. Desde mi punto de vista, siempre fueron personajes que actúan sin pensar en las consecuencias, pero no de una forma extrema y arriesgada sino como algo más natural. Los riesgos, los compromisos, las presiones y el qué dirán no existen. A casi todo dicen que sí y gracias a eso tienen unas anécdotas bárbaras.
Con mis amigos de la facultad durante mucho tiempo usamos el término “muy Rejtman” para referirnos a situaciones que nos pasaban. De pronto llegaba un mensaje al grupo que decía “me pasó algo muy Rejtman” y una ya se podía imaginar que la anécdota iba a estar llena de escenarios y personas intrascendentes pero que, sin embargo, tenía algo especial.
Especial como el momento en donde tuve una cita con una chica por primera vez. Tenía 21 años y la gente se conocía por intereses de Facebook. Alguien había creado una página de Silvia Prieto y ella le dio Me gusta. La agregué y le mandé un mensaje. Me respondió al toque y me dijo que tenía 10 años más que yo y que estaba volviendo de un velorio. Algunos meses después nos vimos, hablamos sobre Rejtman gran parte de la noche y fuimos a su casa. Ese día descubrí dos cosas: que me gustan las mujeres y que me gustaría vivir un poco más sin pensar en las consecuencias.
Pienso en la nostalgia que tiene La práctica, cuando encuentro guiños a otras películas de Rejtman. Por ejemplo, el protagonista lleva la ropa al lavadero y automáticamente hay una relación con Silvia Prieto y la escena en la que a ella le dan la ropa de otra persona por error y en lugar de devolverla decide cambiar su peso para usarla; o en la lesión Gustavo que su dolor lo acompaña a todos lados y todo el tiempo tiene que aclararlo, como Mariano de Dos disparos que tiene durante toda la película varios inconvenientes porque tiene una bala metida en el cuerpo.
Es imposible ver La práctica con la potencia disruptiva que tuvo en algún momento el director. Hay que verla siendo conscientes de que ya conocemos el universo de Rejtman y tenemos una nueva oportunidad de ver una historia llena de los detalles que hicieron que nos gustara el cine. Yo misma siento nostalgia al escribir eso, la misma que sentí cuando salí de la sala y me acordé de la sensación de descubrir que te gusta mucho un director; y pensé en mis amigos de la facultad y me dieron ganas de escribirle un mensaje a esa chica con la que tuve la primera cita.
Ojalá que hoy me pase algo muy Rejtman.
Foto de portada: Pope.L. Thunderbird Immolation a.k.a. Meditation Square Piece. 1978. Colección del MoMA.