El mundo material de Edna Pallares
22-05-2024Por: Lia Quezada
Una crónica por la actual muestra 'Yo ya estuve aquí, pero ahora es diferente', que actualmente se puede ver en el Museo del Chopo de la Ciudad de México. Se trata de una retrospectiva que reúne obras de diferentes momentos de la carrera de Pallares y también creadas en distintos formatos.
Encontramos estacionamiento cerca, era miércoles de entrada gratis y apenas llegamos empezó una visita guiada por la artista, Edna Pallares. Se lo atribuí todo al cuarzo que desde hace unas semanas cargo.
Los primeros siete u ocho cuadros son cielos de acuarela en tonos amarillos, grises, naranjas y azules. Uno –lo notamos al acercarnos, aunque yo más bien buscaba nuestro reflejo– tiene recortes circulares que, si bien mantienen los colores, modifican el curso de las nubes.
Se nos unieron alrededor de diez trabajadores del lugar, incluidas las dos curadoras de la exposición que esta artista está realizando aquí, en el Museo del Chopo. Revisé rápidamente si habían anunciado la visita en sus redes: no lo habían hecho.
En el primer pasillo Edna –que, según dice el texto de la entrada, es conocida sobre todo por su trabajo escultórico– nos habló de las cualidades tridimensionales de un medio bidimensional como lo es la acuarela: de los surcos que hace el agua sobre el papel, de las rutas que toma la pintura siguiendo al relieve.
Más adelante hay unas esculturas cónicas a las que la artista llamó, risueña, “pirinolas”. Lamentó que las piezas no puedan tomarse y sacudirse, pues algunas de ellas contienen una esfera y hacen ruido al moverse. Dijo que estaban basadas en un juego que tenía con su mamá cuando era niña.
Creí ver esa curiosidad infantil en algunas de las otras obras: la protagonista de la segunda sala es una colección de barquitos de barro cuya superficie fue moldeada por diferentes semillas mexicanas; en la tercera hay una mesa con dibujos en tinta negra entre cuyos materiales se enlista la luz del sol.
Al mismo tiempo, son piezas elegantes: círculos gruesos, líneas discontinuas, una paleta de colores sencilla. El montaje lo es, también, y se lo digo ahí mismo a Ricardo, minutos antes de recargarme en él por primera vez: hay suficiente aire entre las obras, cada pieza apunta a la siguiente. La forma coincide con el contenido.
La exposición termina en un pasillo desde el que se puede ver su inicio: una vez más, circular y repetitivo. La última pieza son tres grandes píldoras de concreto y resina que Edna realizó durante la pandemia. Antes de separarnos señala las cortinas, sobre las que se imprimió uno de sus cielos –gris, negro– con una técnica llamada sublimación en tela. Caminamos al elevador con una sensación quieta, pacífica. Hemos vuelto a ser dos. Pienso que el trabajo de Edna se asemeja a la meditación: los cuencos, las espirales, la porosidad de los materiales. Se cierran las puertas; nos rodea un beso que todavía no llega.
Yo ya estuve aquí, pero ahora es diferente de Edna Pallares (2024), hasta el 11 de agosto en el Museo Universitario del Chopo (Dr. Enrique González Martínez N° 10. Colonia Santa María la Ribera, Ciudad de México).
Foto de portada: Edna Pallares, Cielos, de la serie Cielos 2016. Acuarela sobre papel.