La luz de la salida de metro Hidalgo me encandila. Al mediodía el Centro Histórico es algo que apenas reconozco. No están ni el comercio ni el ruido de los fines de semana. Cruzo la calle, llego a Doctor Mora. a la izquierda hay un tianguis cubierto por lonas blancas, a la derecha el centro cultural José Martí. Unos pasos más y lo encuentro: el laboratorio arte Alameda es amarillo y parece –fue– una iglesia.
Al entrar escucho pájaros y a alguien lavando platos. Mis ojos resienten el cambio de iluminación. Casi todo el museo lo ocupa la muestra de pedro lasch, pero yo vengo a ver Continuity flaws: rumours of leak, de Gabriel Massan. Sé que es una videoinstalación, que lx artista es brasileñx y que la exposición la organizó Tono, un festival de performance, danza, música y videoarte que tendrá actividades durante marzo en la Ciudad de México.
Cuando me acerco la música me irrita, parece de casa de los espantos. Lo que veo una vez dentro, sin embargo, es divertido. Es una sala de quizá diez por diez metros, sin más iluminación que las cuatro pantallas que proyectan pálidas formas alienígenas. Los personajes son humanoides –tienen cabeza, brazos, piernas– y hablan en un portugués tan distorsionado que por un momento pienso que es un idioma inventado. El tono indica que están preocupados y los subtítulos lo confirman. Parece que buscan a alguien. en el centro de la sala hay dos figuras (hechas de tela, látex, piel sintética; a una le cuelga lo que juraría es un plumero) en videollamada con otras entidades.
El texto curatorial dice que la obra habla de “la esencia performativa de la vida”, que “se basa en perspectivas decoloniales, queer y descentralizadas” y que “nos desafía a repensar las formas en que entendemos y nos orientamos en el mundo”. Siempre me cuestan trabajo ese tipo de afirmaciones: ¿por dónde exactamente es que habla la obra? ¿con qué fundamento se puede decir que una obra es “política”, si no contiene ningún posicionamiento explícito?
En internet encontré algunos ensayos de respuesta. Dicen que la obra de Massan, por utilizar varias pantallas, desafía la idea del punto de vista único; que por estar protagonizada por seres “no sexuados” –que, sin embargo, tienen voces agudas si sus caderas son anchas y graves si su pecho es grande– reta a la heteronormatividad occidental. Pienso en la necesidad y/o el requisito de que el arte sea presentado como político. Massan es una persona queer y racializada, que migró del sur al norte global: los mundos virtuales que construye y las historias que le interesa contar están obviamente modeladas por su experiencia ¿No es suficiente decir eso?
Porque eso sí puedo verlo, o pude. Una vez que entré a su cuenta de Instagram y leí algunas de las entrevistas que le han hecho. Capté su curiosidad por la identidad y el cuerpo, por otras formas de organización social; vi la –autoproclamada– influencia que tienen en su trabajo las novelas televisivas, los insectos, el manga japonés, los Sims.
Establecer que una obra es alguna de las grandes palabras –Anticolonial, Antirracista, Antipatriarcal– sin que sea evidente en el contenido de la misma pone estándares difíciles de alcanzar –no necesariamente por superiores, más bien por diferentes. la decepción está prácticamente asegurada: no hay coherencia entre el texto y lo que vemos.
Camino fuera de la sala y luego fuera del museo. El suelo está lleno de jacarandas. Me detengo en un puesto a leer los titulares de los diarios: “Corte de estados unidos frena ley texana que criminaliza inmigrantes”, “el crimen organizado utiliza armas más sofisticadas”, “gobierno ajusta cifra de personas desaparecidas: pasa de 120 mil a 99 mil”. A lo lejos, la torre latino anuncia que son las 13:28:57. Alcanzo a escuchar algunos organilleros.
Continuity flaws: rumours of leak, de Gabriel Massan, se exhibió en la Ciudad de México, en el marco del festival Tono.
Foto de portada: retrato de Gabriel Massan por Hick Duarte.