Diga lo que piensa

Diego Geddes: “Siempre fui más de observar que de hablar: esa es mi herramienta”

07-06-2024

Por: Natalia Laube

En una nueva edición de Diga lo que piensa, Natalia Laube dialoga con el periodista Diego Geddes sobre modos de escribir y pensar el mundo, también sobre paternidad y el hábito de la escritura.

Diego Geddes: “Siempre fui más de observar que de hablar: esa es mi herramienta”

Chatear con Diego Geddes para concertar una entrevista con él se parece mucho a leer su newsletter. En el ida y vuelta para barajar zonas y horarios, una puede ir armando las escenas de su vida cotidiana, con los mismos personajes –sus hijos, que con sus actividades marcan el pulso de la rutina–, las mismas locaciones –el bar de cabecera, el barrio de la radio, el de su casa– y sobre todo, la voz que lo vuelve tan él. Atemperada, de fraseos cortos, hecha de ternura y precisión para describir el día a día, esa voz se volvió compañía impostergable los sábados por la mañana, momento de la semana en que llega una nueva edición del Diario de la procrastinación. Y es la que también construye Esto lo puedo estar inventando (editorial La crujía), el libro que reúne muchos de los mejores textos de los primeros años del newsletter, publicados sin fecha y en un orden azaroso. Una decisión que él explica sin muchos rodeos, como casi todo: “Había leído el Diario de la dispersión de Rosario Bléfari, cuyas entradas están desordenadas. Pensé ‘esto funciona’ así que, básicamente, se lo choreé”. 

Los títulos los puso mi editor, Matías Bauso, y yo no discutí nada. Soy muy periodista en eso: entrego y me olvido. Además, pasó tanto tiempo entre el envío de los textos y la salida del libro que, para cuando entró en proceso de edición, para mí era un proyecto ya medio lejano, ya ni me acordaba de lo que había mandado.

Puede ser. Ahora que lo decís, cuando estaba compilando los textos, seleccionando y editando, leí a Paula Vázquez, a Ana Navajas… Ambas escribieron sobre la muerte de sus madres. Pero también está Zambra, y si sigo pensando seguro que se me ocurren otros nombres de autores masculinos. De todas formas, tampoco soy un experto, porque en algún momento, cuando decidí que en el pasaje del newsletter al libro lo que iba a primar era el tema de la paternidad y de la muerte de mi mamá, que esos iban a ser los hilos tensores, dejé de buscar todo lo que había sobre el tema del duelo: no quería que se me apareciera la idea de que como “este autor ya escribió algo parecido a lo que yo quiero escribir”, no tenía sentido que yo lo hiciera. 

Creo que estuvo siempre ahí. Quiero decir, es un tono que yo siempre tuve, más consciente o más inconscientemente. Un tono que tiene un poco de humor, una mirada medio extrañada, como no tomándome demasiado en serio todo lo que me está pasando. Porque por momentos me parece muy loco estar llevando a mi hija al jardín, ¡si yo hasta hace diez minutos me estaba emborrachando con amigos! 

¡Todo lo contrario! Primero porque lo que menos me interesa es jugar al Aladín. Y porque te diría que es algo que hacemos todos, o la gran mayoría de los papás hoy. Me cuesta hallarme en el lugar de “ah, qué padre responsable soy”. Los méritos no son míos, son de la época. Y me resulta un poco incómodo decir o pensar “mi papá no hacía esto y yo ahora lo hago”. Qué se yo, ningún papá lo hacía. A lo sumo se ponían a jugar a la cartas, cuando tenían tiempo libre. Lo que sí me gusta es sacarle un poco de seriedad al asunto. Y además, una cosa de la que me doy cuenta ahora, con el libro impreso, es que no siempre hay un correlato tan directo entre lo que hago y lo que cuento. Quiero decir, ahora yo hablo mucho menos de la paternidad en el newsletter de lo que hablaba cuando escribí los textos que después fueron parte del libro. Y no es que me esté ocupando menos, todo lo contrario. Pero en esos años que captura el libro el tema apareció mucho, supongo que porque era una novedad para mí. 

Bueno, ahora siento que ya no siempre encuentro un tema. Podría abrir nuevos temas vinculados con la paternidad, pero siento que un poco me aburrí. Pero sigo escribiendo por hábito, o por inercia, o porque el newsletter es lo único que escribo con una voz más propia. Entonces la cosa se vuelve a repetir cada semana: aunque por momentos uno sienta que ya no tiene nada para decir, uno va y escribe. 

Siempre voy anotando cosita acá (n. de la R.: señala el celular), durante la semana. Y los viernes lo dejo a mi hijo en el IVA, y a la mañana me siento un rato para escribir. Pero siempre, pase lo que pase, el viernes a la noche estoy puteando. Generalmente termino de escribir ese mismo día. Pero tengo una constancia que no me conocía: la mayor constancia de mi vida. Un par de veces me equivoqué y no lo programé y salió un poco más tarde. Una vez no lo mandé el sábado y salió el domingo. Habrán sido tres veces en seis años. Ya se convirtió casi en un chiste: se llama Diario de la procrastinación, pero se convirtió en algo que jamás procrastino. 

Hay robos más conscientes y otros más inconscientes. Lo de Rosario fue un robo directo: eso que sentí que podía funcionar para el libro, lo tomé de forma directa. Después, hay escrituras que están ahí, en el horizonte. En una época yo era re fan de Casas y pensaba todo el tiempo “yo quiero hacer lo que hace este chabón”. Me gustan las reflexiones que logra a partir de cualquier anécdota cotidiana, algo que siento que hago bastante. Pero quizá más que robos se trate de una inspiración: lo leés en los demás y pensás “che, esto a mí también me quedaría bien, lo puedo hacer”. Y entonces vas y lo hacés. 

Diría que sí, porque esa voz está desde siempre, desde que nací. Es anterior a cualquier espacio de análisis, a cualquier lectura. Creo que es el principio de todo. Y es loco escucharla en mi hijo. Ver los problemas que tiene, entenderlo y pensar en lo que va a sufrir ante determinadas cosas. Antes de pensar en ser periodista, ya estaba en mí ese relato interno, la narración de lo que estaba pasando a mi alrededor. Siempre fui muy observador, y bastante callado. Pero adentro estaba “el que habla”. Cuando trabajaba de periodista en la calle, yo jamás era el que preguntaba, más bien me quedaba al lado de uno que preguntaba, para que preguntara por mí. Siempre fui más de observar. Esa es mi herramienta principal. Y ahora que sigo trabajando en medios, pero ya no hago tanto de periodista, esa herramienta está en el newsletter. 

Claro, algo así. Para que salga por algún lado. 


Foto de portada: Andrés D’Elía.