Feda Baeza: «La estrategia de la alegría sigue siendo un lugar posible»
08-03-2024Por: Natalia Laube
En diciembre pasado, la misma semana en la que el nuevo presidente de la Nación empezó a cumplir funciones, Feda Baeza dejó su cargo como directora del Palais de Glace. Hasta entonces, era la única persona trans al frente de un museo público en nuestro país. Será para siempre la primera en haber llegado a ocupar el puesto de mayor jerarquía de una institución cultural argentina. Desde que firmó su renuncia, Feda volvió a cultivar uno de los hábitos a los que más tiempo y energía dedicó en los últimos años: el de reinventarse. Publicó La flor del sexo, su primer libro de autoficción –editado por la galería Komuna, y en cuya versión ampliada sigue trabajando–, empezó a pensar cómo darle forma a nuevos proyectos y volvió al ruedo como profesora de la Universidad Nacional de las Artes, cargo del que se había tomado licencia para dedicarse de lleno a la gestión. También siguió calzándose el traje de intelectual pública con bastante frecuencia, aportando a la arena virtual una voz nueva, diferente y disidente a través de charlas, contenidos para redes creados por ella misma y entrevistas como esta. Gracias, Feda, por acceder a ser la primera invitada de Diga lo que piensa.
¿Cómo estás transitando estos primeros meses de vida nueva, después de cuatro años de gestión y exposición? ¿Sentís, aunque sea por momentos, un poco de alivio?
Voy pasando por distintos momentos. Por un lado, ya me había preparado mentalmente y tenía claro que mi lugar, en caso de que pasara esto que pasó, era necesariamente este: correrme de la función pública. Pero una cosa es pensarlo y otra muy distinta es la experiencia concreta, lo que pasa cuando las cosas finalmente suceden. Por un lado siento que aún estoy cerrando una etapa que fue hermosa, pero también compleja y de mucho enfrentamiento. Y por otro, todavía estoy duelando ese lugar, que me habilitaba a intervenir, a vivir muy de cerca procesos de reconocimiento institucional. Cuando en 2023, por ejemplo, me tocó darle el premio a Claudia Alarcón, la primera artista wichí reconocida en los más de 100 años de historia que tiene el Salón Nacional, esa posibilidad se me hizo patente: estar al frente de un proyecto que intenta distribuir ciertos esquemas de poder puede ser muy empoderante. Después de eso, de un momento a otro, volvés a una estructura en la que el Estado está en contra tuya. La pregunta, entonces, se invierte: el asunto es qué podés hacer en los márgenes de la estructura estatal. En eso estoy: preguntándome qué puedo hacer con este cuerpito, con estas palabras, con este aliento.
¿Qué arte debería empezar a hacerse como respuesta a esta nueva realidad? O, mejor dicho, ¿qué esperás de los artistas ahora que nos gobierna la ultraderecha?
Prefiero pensar qué espero de todes nosotres, qué es lo que espero de mí misma en relación a esto. A priori no estoy esperando que surja un arte necesariamente más político, desconfío un poco de las etiquetas de un arte que se llame a sí mismo “político” porque es impredecible qué expresiones pueden dar una respuesta diferente, qué podría originar nuevos espacios de pensamiento. Lo que sí espero –y lo espero también de mí misma– es que podamos arriesgarnos más, que podamos tener menos compromisos con algunas cosas. No quedarnos tan atades a ciertos imaginarios o estructuras. En ese sentido, creo que también a les gestoris nos cabe una responsabilidad, y es la de hacer que ciertas escenas y expresiones del arte que no están necesariamente a mano encuentren su espacio. Creo que habrá que trabajar en eso, porque en Buenos Aires todos los museos y centros culturales más institucionales son conservadores. Podrán introducir algún tópico, aprovechar una agenda, subirse a algunas tendencias, pero en su estructura son proyectos conservadores.
¿Cómo, y desde dónde, es posible empezar a inventar hoy esas alternativas? Y sobre todo, ¿con qué fuerzas?
Creo que lo primero es inventar un laboratorio de otras cosas posibles, y para eso también es importante cuestionarse hacia adentro, una misma. Este es un momento doloroso, sí, pero puede ser también un momento muy rico, en la medida en que nuestras propias seguridades sean puestas en cuestión para dar respuestas distintas. Creo que al progresismo también le pasó el tiempo, que quedó viejo en muchas cosas. Vos leés Página/12 o escuchás la radio y es evidente que ahí no se están pudiendo dar respuestas nuevas. Pero para dar otras respuestas primero tenés que armar tu pequeño laboratorio social y pensar cómo hacer para no estar repitiendo todo el tiempo el mismo mantra. Tenemos que experimentar con nosotres mismes, tomarnos el tiempo de pensar otras formas. Y eso ocurre en espacios laborales, académicos, pero también en los espacios de placer, en la fiesta, con las amigas.
Hablando de fiesta y amigas: en las aguafuertes que componen La flor del sexo, tu primer libro de autoficción, la narradora habita su cuerpo y su ser trans de una manera gozosa, nunca como víctima. Se divierte y disfruta, va descubriendo el mundo con placer. ¿La creación de esa voz tan jovial fue una búsqueda deliberada?
Es cierto que hay algo que subyace en todos los textos, y que tiene algo de la frase emblema de Camila Sosa Villada, esa de que ser travesti es una fiesta. En un principio fue un poco inconsciente, la escritura fue saliendo así. Pero se fue haciendo más consciente en la medida en que otres iban leyendo y me lo iban señalando. Entonces empecé a entender lo que estaba haciendo en este proyecto de escritura: básicamente, abrazar este lugar de placer. Porque si todo el tiempo estás en un lugar de debilidad, si todo el tiempo estás expresando dificultades que tenés, tu lugar de enunciación pierde fuerza. La estrategia de la alegría para mí sigue siendo un lugar posible y hace de este lugar uno deseado. Y yo tuve que hacerlo deseado para mí, en primera instancia. Para contarles a les demás qué es lo que estaba encontrando ahí, para hacerles entender que esto que me estaba pasando estaba bueno para mí pero también para les demás. Porque las personas trans somos una sintomática de un sistema de género, político y social que está en plena ebullición. Y las alegrías, las tristezas y los problemas de una pueden ser un espejo donde se proyectan las alegrías, las tristezas y los problemas de todes les demás, aunque no necesariamente estén dentro de nuestro colectivo. En esencia, ¡no somos tan diferentes! Creo que sigue existiendo la idea de que somos un poco especiales, de que dentro nuestro hay una especie de “otro ser” que un día, de repente, se devela. Y la verdad es que no es así, no funciona así.
¿Y cómo lo explicarías?
Lo que hay es más bien una decisión intuitiva, difícil de explicitar; una decisión del cuerpo que te exige trabajar con una fuerte dosis de lo que no conocés. Y esa decisión es como una suerte de hilo que se tensa y paulatinamente te obliga a comenzar a ser otra persona. Y, ahí, entonces, algo empieza a tomar forma. Pero no es que sale una personita entera ya armada de adentro tuyo. Lo que existe dentro tuyo es otra cosa: una pulsión, una fuerza, una intuición del cuerpo que te obliga a tomar una decisión y a expresarle a tu alrededor “yo no soy lo que pensás que soy, yo soy otra”. Esa primera negación te ubica en un lugar. Y habitar ese lugar despierta una potencia y una inteligencia nuevas para mirar el mundo, que también aparecen en la medida en que te las tenés que ingeniar más. Porque, a partir de entonces, la vida ya no será tan fácil. Cuando vos no circulás por los andariveles preestablecidos, la vida se te hace objetivamente más complicada. Pero esa complejidad te lleva a buscar respuestas que amplían tu universo, tu goce y tu placer. Y eso, en mi caso, siendo una persona grande ya, una señora, me habilitó otro tipo de conversación con les demás, me habilitó a enojarme más, a pensar de modo mucho más profundo, más contundente. Y me hizo tener más calle, más experiencias y más placer.
Feda, hablás lenguaje inclusivo como una nativa, mejor incluso que muchos centennials. ¿Cuándo adquiriste esta habilidad?
(Risas) Empecé hace bastante. Creo que tuvo que ver con la docencia universitaria, con tomar conciencia de que es importante generar un espacio amable en el aula, y ese espacio amable no se construye en masculino universal. El aula cambió un montón, y yo misma me empecé a dar cuenta de que estaba vulnerando la existencia de gente si seguía hablando del modo en que había aprendido a hablar. Por otro lado, si bien me escuchás hablar de corrido, no deja de ser una incomodidad diaria, y soy consciente de la cacofonía que generan muchas veces la e, la i. Y entonces busco modos de enhebrar, busco vericuetos gramaticales. Y esa es una dificultad diaria que me gusta experimentar, porque materializa la incomodidad que conlleva la lucha por desterrar privilegios. No es que no sea un esfuerzo extra. Lo es: a veces se siente como escribir con la mano izquierda. Pero que no sea fácil, de alguna forma, es parte del asunto.